The blood of Olympus (Héroes del Olimpo, #5), Rick Riordan, 2014. Disney-Hyperion.
A pesar de que la tripulación griega y romana a bordo del Argo II ha hecho un gran progreso a lo largo de sus aventuras, todavía parecen estar lejos de lograr derrotar a la madre tierra, Gaia. Sus gigantes se ha despertado -todos- y son más poderosos que nunca. Deben ser detenidos antes de la fecha en la que Gaia planea sacrificar a dos semidioses en Atenas. Ella necesita su sangre - la sangre del Olimpo - para poder despertar.
Los semidioses tienen cada vez más visiones sobre una batalla terrible en el Campamento Mestizo. La legión romana del Campamento Júpiter, conducida por Octavian, está casi a un tiro de ballesta. Y si bien es tentador llevar el Partenón de Atenea a Atenas para usar como arma secreta, los amigos saben que la inmensa estatua debe estar en Long Island, donde podría detener la guerra entre los dos campamentos.
El Partenón de Atenea irá al oeste; el Argo II, al este. Los dioses, que todavía sufren un desorden de personalidades múltiples, están incapacitados. ¿Cómo podrá un grupo de semidioses jóvenes sobrevivir al ejército de gigantes de Gaia? Aunque sea peligroso ir a Atenas, no tienen otra opción. Ya han sacrificado demasiado. Y si Gaia despierta, entonces el juego habrá terminado.
¡Llegó! ¡El último libro! Después de años de leer aventuras sobre Percy, llegó la última posibilidad de verlo en acción. Por supuesto que entonces hay una miríada de sentimientos encontrados y ganas simultáneas de llorar y alegrarse. Voy a tratar de hacer esta reseña lo más clara posible.
Dicho esto, me parece necesario recapitular que la saga Héroes del Olimpo viene preparando un terreno épico, de magnitudes inmensas y con desafíos enormes (muchos protagonistas, con intenciones de contar todas sus historias de origen y dar cuenta de sus procesos de crecimiento; personajes que vienen arrastrando pasados conocidos de la saga previa, etc.). Las expectativas fueron alcanzando proporciones inalcanzables en los dos libros previos, La Marca de Atenea y La Casa de Hades. Y quizás es por eso, porque se volvieron inalcanzables, que este libro no llegó a ser el final que esperaba.
En la fórmula, La sangre del Olimpo funciona, cumple, conquista. Pero un libro que es parte de una saga que apela tanto a las emociones y las complejidades de los personajes, un libro que, además, es el último de una saga que empezó, quiérase o no, en El ladrón del rayo, no puede quedarse solamente en el cumplimiento de una fórmula.
El libro se sostiene en una estructura básica que venía perfilándose en las novelas anteriores: cambios organizados en los puntos de vista que dan cuenta de diversas mini aventuras donde dos o tres semidioses tienen la oportunidad de lucirse, debatir sobre sus problemas y avanzar un poco más en la definición final de sus personalidades. Los personajes se van alternando, todos son sometidos a pequeños desafíos que en ningún momento suponen un riesgo considerable y todos vuelven después al fondo del escenario.
Repito, funciona, y es necesaria e inevitable dada la cantidad de personajes principales que se acumulan (Percy, Annabeth, Leo, Jason. Piper, Hazel, Frank, Reyna, Nico, ¡uf, un montón!, más un plus de personajes secundarios que también necesitan algunas expansiones en sus historias), pero hace que la novela, como total, pierda fuerza.
De esto se desprenden los puntos de vista elegidos para narrar la historia.
Nuevamente, funcionan bien, porque son coherentes considerando las dos historias paralelas que Riordan necesita contar (algunos que vayan para Atenas, algunos que vayan para el Campamento Mestizo) y porque dan espacio a personajes que en las novelas anteriores habían quedado relegados al fondo (Jason, Piper, Reyna, Nico, Leo). Pero de esta forma no se deja volver a escuchar las voces de algunos personajes que venían con desarrollos importantes, personajes que en este libro quedaron como parte del elenco de fondo.
¡Y esto es comprensible, porque son personajes que en La Marca de Atenea y La Casa de Hades se habían robado el show! Pero, siendo este el último libro, el cierre de una historia que se viene escuchando hace años y que viene sumando piezas densas y complejas, da mucha pena no encontrarlos, no escucharlos de forma directa y no saber qué es lo que están sintiendo.
Y acá el gran problema, para mí, son Percy y Annabeth. Ellos son bien protagonistas no sólo de los libros anteriores sino de toda la saga anterior, entonces es lógico que en este libro se desplacen para darle lugar a los demás (en una serie con tantos, tantos personajes, donde interesa que todos se vuelvan protagonistas, no hay otra chance más que dejarlos de lado un rato). ¡Riordan lo sabe, Riordan lo dice!
Pero la realidad es que ambos alcanzaron un nivel de protagonismo tan estelar y nosotros (o, bueno, yo) lectores estamos tan acostumbrados a ellos, que resulta desconcertante, vacío, no poder escucharlos.
Es como dejar de hablar con un amigo con el que te llevabas muy bien y al que conocías mucho y de pronto ver que sube una foto a Facebook haciendo cosas de la que no podés ser del todo partícipe (bueno, no sé si está comparación es productiva, pero la sensación general es esa:
pérdida).
Y por último, tengo que ser un poco crítica con el final y el desenlace de la historia.
El conflicto se viene construyendo desde hace muchos libros. La magnitud de la gravedad de lo que están haciendo y del lío que se les viene (Gaia, diosa primordial, Gaia la que propuso matar a Urano, Gaia la que planeó el primer asesinato en la historia de la humanidad, Gaia la diosa
de toda la tierra, despertando) se profundizaba y se volvía cada vez más apocalíptico. Y este libro, en su fórmula maquínica correcta, no alcanza el nivel de locura que venía prometiendo.
La batalla final y el enfrenamiento épico no se vuelven épicos. La solución es rápida, los riesgos nunca son demasiados y, como siempre, quizás esta vez más que nunca, sabemos tácitamente que a nadie le va a pasar nada (aunque se nos venga diciendo lo contrario en toda la novela). Se pierde el factor Martin* de forma estrepitosa y la adrenalina cae como montaña rusa. El final es un mimo, una caricia que no viene a consolar nada, porque en ningún momento se perdió nada.
Lo que la novela mantiene inamovible es el tono jocoso y las interacciones desopilantes que, por lo general, incluyen a Percy. En ese sentido Riordan es fiel a su estilo y continua mezclando la mitología con cuestiones y expresiones bien contemporáneas.
Entonces, ¿es un libro entretenido? ¿Logra saciar la necesidad de saber qué pasa con estos personajes, cómo se cierran algunas historias muy abiertas, qué pasa después del apocalipsis que se viene anunciando hace tanto? Sí, por supuesto. La lectura es adictiva, como siempre; las ansias por saber qué pasa no se van nunca; el anhelo de escuchar qué piensan los personajes, qué dicen, cómo resuelven las cosas, se mantiene firme. El libro
funciona, su fórmula tiene éxito. Pero, en mi opinión, un libro como este, que viene construyendo tanto durante tanto tiempo, no puede descansar sólo en una fórmula que permita cerrar de forma redonda las cosas que habían quedado abiertas.
Cerrada esta reseña (¡qué difícil reseñar esto, cuántas cosas para decir y con cuántas me quedo dando vueltas todavía!), una nota de color y de ánimos es que, al final del libro, se anuncia la nueva saga de Riordan:
"Magnus Chase siempre fue un niño con problemas. Desde la misteriosa muerte de su madre, él ha vivido solo en las calles de Boston, sobreviviendo gracias a su astucia y manteniéndose un paso adelante de la policía. Un día, un tío que nunca había conocido - y que su madre le había dicho que era peligroso - logra ubicarlo. Su tío le dice un secreto imposible: Magnus es el hijo de un dios nórdico. Los mitos vikingos son ciertos. Los dioses de Asgard se están preparando para la guerra. Trols, gigantes y monstruos aún peores se están despertando para el apocalipsis. Para prevenir el Ragnarok, Magnus debe buscar en los nueve mundos un arma que se perdió hace miles de años. Cuando un ataque de los gigantes de fuego lo obligue a elegir entre su propia seguridad y la vida de miles de inocentes, Magnus tomará una decisión fatal. A veces, la única forma de empezar una vida nueva es morir..."
¡Más dioses! ¡Más personajes! ¡CAOS!
No sé nada más que lo que propone la sinopsis, pero lo que puedo intuir (porque alguna pista sutil da
La sangre del Olimpo y porque algo mencionó Riordan muy al pasar) es que Mangus
Chase tiene algún tipo de vínculo con Annabeth
Chase.
Odio ser tan predecible, pero eso es todo lo que necesito saber para anotarme en esta nueva locura.
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*Factor Martin: Inspirado en G.R.R. Martin y sus tragedias en
Juego de Tronos, me parece que esto me puede funcionar como concepto aplicable a la literatura en general. Es el nivel (masivo o no) de inseguridad que genera un libro sobre la certeza que tienen los lectores de que los personajes van a sobrevivir y van a salir enteros de sus aventuras. Riordan, en este caso, lo mata.