21 feb 2019

Libros, escuela y búsqueda

Las clases comienzan en unas pocas semanas y para quienes trabajamos en secundaria, este es un tiempo de organización y armado de programas y planificaciones (entre otras mil cosas, claro, como siempre). Por supuesto, en las materias de Lengua y Literatura esto también significa pensar en las lecturas, los recorridos y las propuestas de trabajo que van a acompañar el camino del año. 

En los primeros años de docencia imaginaba que con sólo seguir el programa, elegir libros que fueran "buenos" y respondieran a los temas a enseñar, y tener alguna propuesta de trabajo era suficiente. Que eso alcanzaba para evaluar (porque sabemos bien que el sistema obliga) pero que también alcanzaba para que los alumnos se interesaran, leyeran, disfrutaran. Por supuesto, me fui dando cuenta de que el asunto no funcionaba tan así.

Entonces desde hace ya varios años busco cómo pensar de otro modo el armado de la materia y del recorrido de las lecturas. ¿A qué tengo que prestarle atención? ¿Qué cosas son esenciales y debo tener en cuenta? De a poco, fui encontrando un camino diferente, que sigue abierto y en construcción, pero que por ahora tiene las siguientes paradas o instancias:

13 feb 2019

Te veo en la Luna

“Si ves la Luna, es que todo está bien”
La Luna, las estrellas, los primeros viajes del hombre al espacio, Estados Unidos y la Unión Soviética, y también Argentina, la dictadura, su turbulencia social y política. Y en el medio de todo eso, dos hermanos, que se quieren y se pelean, como buenos hermanos, y que se pierden.

Te veo en la Luna, escrita por Verónica Sukaczer e ilustrada por Poly Bernatene, es una novela que cuenta una historia pequeña en medio de un escenario enorme, de una época del mundo y de Argentina en la que sucedía de todo. Y así, con todo, el foco está puesto en Martín, un niño que, mientras busca a su hermano, nos ofrece su mirada sobre todos esos sucesos históricos que atraviesan su tiempo.

Repleta de referencias a la vida en el campo y de finales de los ’60 (maravillosas, más aún, para todo aquel que haya vivido en ese entonces), la narración de Martín es vivaracha, fresca e irreverente. Sus ideas van, vienen, se entrelazan y van construyendo los sucesos a partir de toda la información que recibe de su entorno: las noticias en la radio sobre los sucesos en Argentina y también en Estados Unidos, las opiniones e ideas de la gente sobre lo que ocurría y, sobre todo, las ideas de su hermano Juan y toda la información que él le cuenta sobre la Luna y la carrera espacial. Así, de un modo muy fluido, la novela ofrece un montón de datos muy interesantes sobre lo ocurrido entre Estados Unidos y la URSS, sobre los animales que enviaron al espacio, sobre las primeras pruebas y los primeros hombres en acercarse a la Luna.

“Nunca hay que olvidarse de los segundos ni de los terceros ni de los que vienen después”, eso le dice Juan a Martín, refiriéndose a los astronautas que acompañan “al primero”: al primero que sale al espacio, al primero que pisa la Luna. Y es también una frase que marca la novela. Es un tiempo histórico enorme, clave para la humanidad, y es un tiempo también para no olvidarse de los segundos ni de los terceros, de las pequeñas historias que construyen ese momento, de los eventos que permiten que la historia avance como lo hizo (y lo sigue haciendo), de las historias mínimas, como la de Juan y Martín, que son parte de todo lo que sucedió y que, de algún modo, y dentro de sus propias búsquedas, llegan también a la Luna. Tal vez no como Armstrong, Aldrin o Collins pero sí de la forma en que ellos necesitan.

Te veo en la Luna es una novela para este año, que se cumplen 50 años del primer alunizaje del hombre. Es también una novela para otros años. Porque es una historia dentro de la Historia y permite contar lo grande desde lo particular, poniendo el foco en un niño, en su mundo y en el vínculo con su hermano. La llegada del hombre a la Luna emociona, pero lo que conmueve en esta historia es la relación entre Martín y Juan, Juan y Martín. Lo que parece pequeño en medio de tanto que sucede termina siendo, claro, lo más importante.

3 feb 2019

Cuerda floja

Lygia Bojunga es una escritora de literatura infantil y juvenil brasileña muy conocida (en 1982 recibió el premio Hans Christian Andersen —¡la primera latinoamericana en recibirlo!— y en 2004 recibió el premio Memorial Astrid Lindgren) especialmente porque en sus historias siempre se anima a tocar temas "peliagudos" con claridad, sencillez, y como parte de la historia que está contando.

Resultado de imagen para lygia bojunga cuerda flojaLygia es una autora sumamente interesante que conocí hace poco (principalmente porque sus libros no se consiguen con tanta sencillez) y a la que empecé a seguirle la pista. Uno de sus libros llegó hasta mis manos gracias a un regalo y, luego de leerlo, se me quedó atravesado adentro. Déjenme contarles sobre esta novela, sobre lo que me pasó leyéndola y sobre cómo el verano que aún permanece puede ser un gran momento para leerla.

Cuerda floja es una novela de 1981 que cuenta la historia de María, una niña que de pronto se ve apartada de Barbuda y Foguiño, dos personas con quienes ha vivido durante mucho tiempo y que la han acompañado en la pasión de su vida: el equilibrio en la cuerda floja.

La novela inicia con esa separación y con un enorme choque: María está regresando después de muchos años a la casa de su abuela, una señora de clase alta, de dinero y caprichos, que ya ha tenido unos cuantos esposos. La transición es brutal, porque del circo y su libertad María debe comenzar a vivir en una casa de muñecas.

Este shock y el proceso de adaptación (y todo lo que nunca logra adaptarse) se ven acompañados por una serie de recuerdos que María empieza a tener sobre su pasado (que es un misterio) y sobre sus padres, de los que el lector no conoce ni sabe nada.

Toda esta historia, que mezcla la introspección de los momentos de recuerdo con la acción del avance de la trama, está maravillosamente narrada. No sé si puedo describir el estilo de Lygia pero parece sumamente despreocupado (a veces empieza con escenas anecdóticas, que parecen ofrecer sólo datos de color; otras veces está lleno de diálogos entrecruzados, que se confunden, que se repiten) hasta que de pronto revela que a través del humor, de los episodios disparatados y hasta mágicos que se presentan y de las situaciones cotidianas está narrando una historia desgarradora. 

Como si la liviandad, el humor y la imaginación desbocada fuesen los únicos modos de narrar lo que es imposible de decir de otro modo.

Cuerda floja se desenvuelve como un recorrido en el que el lector no sabe qué le depara pero entiende que hay una lógica narrativa que no puede entender, que hay muchas cosas de la historia que tampoco puede entender cuando quiere. ¿El secreto, entonces? Dejarse llevar. Y así, a la deriva del mar de esta historia, el lector se encuentra con un relato profundamente conmovedor, que toca fibras interiores difíciles de nombrar pero que están ahí, siempre a la espera de un relato como este, que las vuelva a mover.

A mí la novela me dejo con una sonrisa medio llorosa. Y con un gusto delicioso, porque la lectura fue puro disfrute.

Así que Cuerda floja es una novela para no perderse, para buscarla hasta encontrarla porque lo vale. Y Lygia Bojunga es una escritora para conocer, para leer, ¡para editar en Argentina también! Seguiré en la búsqueda de su obra, pequeños tesoros que ojalá aparezcan por acá.

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