Los desafíos están de moda, y me llegó la invitación a uno que no me hace muy feliz. Fede, un amigo-enemigo en este caso, me pidió que listara los diez libros que me hayan marcado, de una forma u otra, a lo largo de mi vida.
Tremendo, ¿no?
¿Cómo se hace esto? ¿Cómo se eligen sólo diez? ¿Cómo hace un libro para "marcarte"?
Hay muchas incógnitas y el TOC se me dispara por todas partes, pero en un afán de hacer comunión y sumarme a la ola de desafíos, voy a tratar de nombrar diez libros, sin orden alguno, y explicar porqué creo que me "marcaron".
¡Sorpresa! Nadie se sorprende. De hecho, todo el mundo debe poner Harry Potter en su desafío. ¿Cómo no ponerlo? Para mí, fue conocer la obsesión, el deseo animal de conseguir un libro atrás del otro y devorarlo. Esta saga me prendió una chispa en la imaginación que encendió fuego todo e hizo desastres. Nada jamás me motivó tanto a leer como estos libros. Harry Potter entra en la lista porque me hizo conocer el verdadero placer visceral de la lectura.
2. The catcher in the rye, J.D. Salinger.
No puedo escribir el título de la traducción, así que perdonen. Un libro sobre nada que lo cuenta todo. Salinger logró tocar una fibra muy irracional y apasionada con Holden. Hubo algo en esas palabras que me sumergieron en la angustia existencial y en el vaivén carente de sentido de la vida. Lo entendí (es decir, entendí que no entendía nada) y me encantó. No sé, una profesora una vez me dijo que a Salinger lo odiás o sentís que escribe sólo para vos. Yo siento que dedicó su vida a escribirme libros.
3. Cien años de soledad, Gabriel García Márquez.
Gabo (¿conté alguna vez que me puse a llorar el día que me enteré que se había muerto? Así viene esto) me dio a conocer el realismo mágico (¿no suena excelente ese nombre? Realismo mágico ¡¿Cómo la realidad puede ser mágica?! Este libro me explicó qué era eso) y desde entonces se abrió una puerta que no pude cerrar nunca. Cien años de soledad es una vida entera, una revisión completa de la humanidad y, sobre todo, una historia llena de emociones y encuentros que elevan la realidad a algo mejor.
4. Ensayo sobre la ceguera, José Saramago.
Cuando se murió Saramago, también lloré. Este libro me mostró que se puede hacer lo que se quiera con las palabras y que mientras tanto se puede contar una historia desesperante y brillante. Lo empecé y la vida me llevó a terminarlo casi el mismo día. La crudeza de lo que contaba se servía en bandeja de plata: palabras atadas unas a otra, en una sucesión vertiginosa, sin puntos ni comas, sin rayas de diálogo o respiros.
5. Los días del venado / la sombra / el fuego, Liliana Bodoc.
Esta saga me enseñó que se puede ser argentino y escribir fantasía de la buena. Descubrí que Bodoc tenía la capacidad de hilar palabras y hacerlas rezumar sabores y colores para que contaran la historia de pueblos extraños y en guerra. Fue caer en un hechizo y despertar con la convicción de que hacer esto acá es posible.
Hay algo perturbador y dulce sobre este libro. Quizás sea el punto de vista de la narración, una nena de seis años, logrado con una perfección absoluta. O tal vez sea que desde su inocencia somos testigos de algunos hechos atroces en ese pueblo. Capaz que sólo fue la figura misteriosa de Boo Radley, dando vueltas, originando leyendas y rompiendo estereotipos.
7. La ladrona de libros, Markus Zusak.
Nuevamente, otro libro que me enseñó que parte del arte de escribir es animarse a hacer cualquier cosa. La ladrona de libros tiene una narradora brillante y para nada convencional, y una estructura que no debería funcionar y que, sin embargo, es perfecta. Y encima hay que sumarle que la historia es terrible, cruel y profundamente inspiradora.
8. Buenos presagios, Neil Gaiman & Terry Pratchett.
A este libro no lo vi venir. A veces uno sabe que está a punto de leer algo que le va a cambiar la vida y se prepara. A mí este me dio un cachetazo y se abrió un lugar en esta lista solito. Buenos presagios me mostró que se podía narrar una historia larga y densa desde el más puro y ocurrente humor; que era posible que el eje de una historia fuese la risa y que todos los personajes podían optar por tomarse las cosas con humor sin que se perdiera la gravedad de lo narrado. Sólo Gaiman y Pratchett.
9. Alicia en el País de las Maravillas, Lewis Carroll / Peter Pan, J.M. Barrie.
No puedo evitarlo, como futura investigadora de estos libros, tengo que ubicarlos juntos. Es mi desafío, mi lista, hago lo que quiero. Estas novelas son rarezas, son para niños y tienen un subtexto profundamente escalofriante. Nada me gusta más que las novelas que me dejan una sensación de horror silenciado. Plus: protagonistas irreverentes.
Este libro también me reveló algo nuevo: cuando la historia que se quiere contar es demasiado dolorosa y angustiante, hay que meter en el medio aliens y viajes en el tiempo. De vuelta, la experimentación y los riesgos construyen una historia brillante que, de forma increíble, logra contar lo imposible, un hecho para el cual no alcanzan las palabras.
Runner-up:
Me quedaron afuera de la lista otros miles de libros. De hecho no voy a revisar la lista que hice porque seguro entro en crisis y quiero cambiar todo. Ya se me están ocurriendo títulos que deberían estar ahí arriba. Pero sí quisiera hacer una mención de honor a La guía del autoestopista galáctico, de Douglas Adams, porque también me mostró cómo hacer humor disparatado del bueno. Y además es ciencia ficción pura.
Siento que me arranqué el corazón. Estoy agotada. Es como si te preguntaran cuál es tu hijo favorito (ni idea, no tengo hijos, pero quizás se sienta así). Espero haber alcanzado las expectativas de los anónimos que hayan inventado este cruel desafío.