Las clases comienzan en unas pocas semanas y para quienes trabajamos en secundaria, este es un tiempo de organización y armado de programas y planificaciones (entre otras mil cosas, claro, como siempre). Por supuesto, en las materias de Lengua y Literatura esto también significa pensar en las lecturas, los recorridos y las propuestas de trabajo que van a acompañar el camino del año.
En los primeros años de docencia imaginaba que con sólo seguir el programa, elegir libros que fueran "buenos" y respondieran a los temas a enseñar, y tener alguna propuesta de trabajo era suficiente. Que eso alcanzaba para evaluar (porque sabemos bien que el sistema obliga) pero que también alcanzaba para que los alumnos se interesaran, leyeran, disfrutaran. Por supuesto, me fui dando cuenta de que el asunto no funcionaba tan así.
Entonces desde hace ya varios años busco cómo pensar de otro modo el armado de la materia y del recorrido de las lecturas. ¿A qué tengo que prestarle atención? ¿Qué cosas son esenciales y debo tener en cuenta? De a poco, fui encontrando un camino diferente, que sigue abierto y en construcción, pero que por ahora tiene las siguientes paradas o instancias:
1. "Espesor" literario
"Una de las mejores lecciones tardías de lectura que he aprendido es dejar que los textos le enseñen al lector", cuenta Margaret Meek (2011:38), y creo que esta es una pista importante. No se trata tanto de lo que el docente puede hacer sino de lo que el libro tiene para ofrecerle al lector.
Es por esto que busco libros que, por un lado, ofrezcan un trabajo interesante del lenguaje, sus recursos y posibilidades; que no desechen la palabra en pos de la historia, al contrario, que a través del trabajo meticuloso del lenguaje construya una historia vibrante, que conmueva y atrape en su lectura.
También que sean libros que puedan "masticarse". Meek dice que "para aprender a leer un libro, a diferencia de sencillamente reconocer las palabras en la página, un lector joven debe transformarse tanto en quien cuenta (registrando la mirada y la voz del autor) como en quien escucha (el recipiente de la historia, el intérprete)" (p. 10), y los libros que permiten esto son aquellos que demandan que el lector trabaje en su lectura. Son aquellos libros que están marcados por la presencia de símbolos, temas, recursos del lenguaje, ideas o elaboraciones dentro de la propia historia, que invitan a reflexionar, a establecer relaciones, a pensar de otro modo lo leído.
Son también libros que encuentran algún modo de entrar en relación con el mundo, la cultura, la sociedad, que están insertos en el tiempo y pueden vincularse con otras formas del arte y la comunicación, y que entonces necesitan de lectores que estén atentos y puedan hacer dialogar esas historias con otras y con otras ideas.
"¿Quién dijo que leer es fácil? ¿Quién dijo que leer es contentura siempre y no riesgo y esfuerzo? Precisamente, porque no es fácil, es que convertirse en lector resulta una conquista", escribió Graciela Montes (2017:84).
Es decir, busco libros que pidan ser masticados y que necesiten de lectores hambrientos.
2. Entusiasmo
Otra pista que tengo presente es esta: que el libro me guste. Pero no me refiero sencillamente a que me guste porque es entretenido o porque marcó mi infancia o mi recorrido adolescente. Me refiero a que me tiene que gustar, no, me tiene que entusiasmar su lectura y la posibilidad de acompañar a otros en esa lectura, que haya algo en ese libro que me convoque, que me dé ganas de compartirlo con otros, de leerlo y conversarlo con otros. Por ejemplo, las obras de William Shakespeare, que no disfruté cuando las leí de joven, hoy me resultan sumamente convocantes para enseñar, porque disfruto mucho la posibilidad de acompañar a mis alumnos en el descubrimiento de su estilo, sus historias, su relevancia literaria y su contexto histórico. Y esto sucede, creo, porque alguien se tomó ese trabajo conmigo, porque mis profesores de la universidad me enseñaron a leer a Shakespeare y a aprender a disfrutarlo de un modo que, yo sola, no había podido descubrir.
Chambers explica que "con frecuencia los niños quieren entender su propia intuición crítica. Y esperan que la maestra les facilite esa exploración. Ellos esperan que los ayude a articular el significado, no diciéndolo por ellos, no explicándolo, sino liberando su propia habilidad para decirlo por sí mismos. [...] Cada uno nace con una facultad crítica. Ayudar a los niños a aprender cómo usar esta facultad mediante una dirección consciente de su atención es tarea de la maestra" (2007:45, 48).
Busco libros que me entusiasmen para lanzarme a la aventura de ayudar y acompañar a los alumnos a desplegar su intuición crítica y su experiencia lectora. Eso no depende del "gusto", va más allá. Tienen que ser libros aliados, que inviten a este camino y, al mismo tiempo, lo favorezcan. Imagino que debe ser un poco como aprender a tocar música con un buen instrumento, o a surfear con la tabla que es apropiada para cada uno.
3. Potencialidad de trabajo
Con este última pista me refiero a que los libros tengan la posibilidad de generar propuestas de trabajo que sean novedosas para los alumnos (de escritura creativa, de actuación, de armado de clases especiales, lo que sea). Esta es, en realidad, una pista media tramposa porque si un libro tiene "espesor" literario y me entusiasma, ya seguramente tiene puntas desde donde pensar cómo trabajarlo en el aula. Lo sabemos, ahí donde hay interés y disfrute, las propuestas nacen solas.
Sin embargo, esto es algo que tengo en cuenta a la hora de elegir. Si bien no siempre sé qué propuestas quiero acercar al aula de antemano, trato de buscar libros que me inquieten, que “no me dejen tranquila”, que me tengan pensando e imaginando propuestas de trabajo nuevas.
"La literatura, como el arte en general, como la cultura, como toda marca humana, está instalada en esa frontera. Una frontera espesa, que contiene de todo, e independiente: que no pertenece al adentro, a las puras subjetividades, ni al afuera, el real o mundo objetivo. [...] Educar en la literatura es un asunto de tránsito y ensanchamiento de fronteras", escribió Graciela Montes (2017:52, 55). Esta es la pista que resume todas las anteriores: lecturas que ensanchen fronteras, del modo que sea. Traduzco esto, al menos por ahora, en estas tres pistas. Después, conocer a los alumnos me ayuda a hacer ajustes según cada grupo, para poder entrar en la literatura con cuidado. Para que el que necesite, entre a la pileta por las escaleras. Y para que, el que quiera, directamente se zambulla.
Pero para que nadie, nadie, se quede afuera de la pileta.
Chambers, Aidan. Dime. Los niños, la lectura y la conversación. México: FCE, 2007.
Meek, Margaret. How Texts Teach What Readers Learn. Reino Unido: The Thimble Press, 2011. Todas las citas de Meek son traducciones propias.
Montes, Graciela. La frontera indómita. En torno a la construcción y defensa del espacio poético. México: FCE, 2017.
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