26 dic 2019

Lo mejor del 2019

Este año termina con mucha lectura, el desafío de Goodreads terminado (unos 68 libros leídos sobre el objetivo original de 65, bastante bien) y varias incursiones a géneros que otros años habían quedado más relegados.

La poesía, por ejemplo, fue un hallazgo, mejor dicho, un nuevo encuentro. En medio de un año con un contexto económico y social pesado, en medio de la vorágine de la vida en la ciudad y de las vueltas intensas de las responsabilidades, la poesía se presentó como lo que realmente es: el modo de respirar y mirar el cielo, de encontrarse con eso que está más allá de lo pesado e intenso, de lo que de a poco devuelve la vida. Así que hubo mucha poesía.

De la mano de esto, y de la Diplomatura que cursé, hubo también mucha lectura crítica sobre poesía, educación y sobre cómo acercamos a los chicos a la lectura. Docencia y ganas de leer combinadas que, además, me llevaron a investigar el despliegue de la poesía en los jóvenes actuales y el rol de la escuela y las redes sociales en esto. Eso, por suerte, seguirá con el trabajo final de la Diplomatura.

Idas y vueltas, hallazgos inesperados y recomendaciones, el año concluye y es el momento de revisar qué lecturas quedaron dando vueltas y cuáles dejaron una marca. Estas son las mejores lecturas del 2019, en el orden que llegaron:

1. La frontera indómita. En torno a la construcción y defensa del espacio poético, de Graciela Montes (Fondo de Cultura Económica)

Visionario y formativo, esas fueron las dos palabras con las que reseñé el libro en enero, cuando terminé de leerlo. Hacía tiempo que quería leer este libro pero siempre me había resultado difícil conseguirlo (me salvó la librería del FCE, finalmente). 

Graciela Montes propone una serie de ensayos definitivos, claros e incisivos sobre la infancia como momento central, momento importante y muy determinado culturalmente, y sobre el rol de la literatura y de la dicotomía fantasía/realidad en ese período.

Así, Montes defiende a capa y espada el espacio poético, porque es allí donde la experiencia humana se despliega con toda su potencialidad, estalla la creatividad y nuestra cultura puede convertirse en experiencia:
"Jugar nos ayudaba a entender la vida, y también el arte nos ayuda a entender la vida. Pero no porque los cuentos 'digan de otra manera' ciertos asuntos o expliquen con ejemplos lo que nos pasa sino por las consecuencias que trae habitarlos, aceptar el juego. Por esa manera de horadar que tiene la ficción. De levantar cosas tapadas. Mirar el otro lado. Fisurar lo que parece liso. Ofrecer grietas por donde colarse. Abonar las desmesuras. Explorar los territorios de frontera, entrar en los caracoles que esconden las personas, los vínculos, las ideas".
Esa es una de las miles de frases que subrayé en este libro que, evidentemente, lanzó mi año por el camino de la poesía y el arte.


2. Cuerda floja, de Lygia Bojunga Nunes (Norma)

¡Tan dulce y tan triste! Este libro, lectura de enero, fue una sorpresa enorme. Había leído una sola novela de esta autora pero conocía lo que se decía de ella (que es excelente, básicamente). Esta novela fue un balde de agua fría y un abrazo al mismo tiempo. Es la historia de María, de su proceso de adaptación, del dolor del abandono y de la memoria.

En la reseña que escribí en el blog, aclaré:
"Toda esta historia, que mezcla la introspección de los momentos de recuerdo con la acción del avance de la trama, está maravillosamente narrada. No sé si puedo describir el estilo de Lygia pero parece sumamente despreocupado (a veces empieza con escenas anecdóticas, que parecen ofrecer sólo datos de color; otras veces está lleno de diálogos entrecruzados, que se confunden, que se repiten) hasta que de pronto revela que a través del humor, de los episodios disparatados y hasta mágicos que se presentan y de las situaciones cotidianas está narrando una historia desgarradora".
Leer a Lygia no es chiste, hay que estar preparado y disponible para ser transformado.

3. 44 poemas para leer con niños, compilado por Mar Benegas (Litera)

Un libro bellísimo, muy pensado y cuidado que leí en marzo, que tuve la suerte de poder comprar y que ahora vive en un lugar privilegiado de mi biblioteca. 

Me encontré con este libro por pura casualidad en el Festival L.E.E.R., Literatura En El Río, organizado en el Centro Municipal de Exposiciones de San Isidro. Me llamó la atención la belleza y prolijidad de la edición (tapa dura, colores amables, hojas suaves) y recién cuando lo agarré me encontré por primera vez con el nombre de Mar Benegas. Fue un viaje de ida.

El libro es una joya que recopila diferentes poemas de muy diversos autores para ser compartidos con los niños. Cada poema viene con una pequeña nota al pie, que funciona como explicación, aclaración o propuesta de escritura, que le agrega un detalle de color y acerca el poema al lector joven.

En la reseña que escribí en su momento, señalé:
"Los poemas elegidos son pequeños tesoros que invitan a disfrutar y jugar. Todos los poemas merecen ser leídos en voz alta y muchos, cantados, con palmas y música del cuerpo. Otros son para proyectar y mostrar a lo grande, para disfrutar de los dibujos que arman las palabras. Otros, para leer con voz suave y dejarse acariciar por las palabras. Es, realmente, una selección diversa, amplia y siempre interesante".
Un libro para leer, disfrutar y, sobre todo, compartir con otros.

4. Esto es agua, de David Foster Wallace (lo leí en ingles, de Little, Brown and Company)

No recuerdo cómo llegué hasta este discurso de Foster Wallace, pero lo leí en julio, en inglés, y me impactó tanto que no dejé de buscarlo hasta encontrarlo en español, porque quería compartirlo y que otros también pudieran leerlo.

Para recapitular, Esto es agua es un discurso que dio Foster Wallace en la Universidad Kenyon, en 2005. El texto, escrito con suma atención e inteligencia, anima a los estudiantes a pensar en el otro, a entender que la vida adulta consiste en aprender no solo a vincularse con otros sino a ser considerado. Foster Wallace recorre las ideas de libertad en contraposición al libertinaje, de la humildad y el tremendo desafío de dejar de pensarnos como el centro del universo.

Subrayé el discurso casi de principio a fin, porque Foster Wallace es tan claro y puede nombrar tan bien ciertas experiencias de la vida adulta cotidiana y el modo en que cada uno elige pararse frente a eso que resultaba que parece que los caminos se abren y la visión se aclara. Por ejemplo:
"Si están automáticamente seguros de saber qué es la realidad y quiénes y qué es importante –si quieren operar con su configuración predeterminada- entonces ustedes, como yo, probablemente no van a considerar ningún escenario que no sea fastidioso o sin sentido. Pero si realmente han aprendido cómo pensar, cómo poner atención, entonces sabrán que tienen más opciones. Estará en sus manos hacer de una situación lenta, infernal y estresante no sólo una experiencia significativa sino algo sagrado, un fuego con la misma fuerza que enciende las estrellas; compasión, amor, la subsuperficie de todas las cosas. Esta onda mística no necesariamente tiene que ser verdad: la única Verdad que lleva mayúsculas aquí es que ustedes tienen la capacidad de decidir cómo quieren ver las cosas. Esto, me parece, es la libertad de la educación verdadera, de aprender cómo estar “bien-equilibrados”: Ustedes pueden decidir conscientemente qué tiene importancia y qué no. Ustedes deciden qué es lo que van a adorar, porque aquí hay otra cosa que es verdad: en el día a día de la vida adulta no existe tal cosa como el ateísmo. No existe tal cosa como no adorar nada. Todo el mundo adora algo. La única elección está en qué decidimos adorar."
Casi un manual para la vida de todos los días, este discurso hizo mella y me quedaron ganas de imprimirlo todo y empapelar mi habitación con esas hojas.

5. Hermosa soledad, de Jimmy Liao (Bárbara Fiore Editora)

Este libro fue un regalo para una amiga, pero en esos días de agosto entre la compra y la envoltura para regalo, aproveché y lo leí entero.

Este libro recupera las anotaciones de Liao durante su tiempo en el hospital, mientras era tratado por leucemia, y las ilustraciones que fue haciendo. Es, entonces, un libro profundamente evocativo, que trae imágenes fuertes sobre, obvio, la soledad, pero también la finitud, la pequeñez y enormidad de la vida, la nostalgia y la pregunta sobre qué es ser hombre y estar vivo.

26 de agosto    Despejado
Una hoja está a punto de marchitarse y caer,
y yo soy la única persona del mundo que lo ve.
Aún soy pequeño y no entiendo muchas cosas,
pero le prometo que vivirá siempre en mi corazón.

En la reseña que escribí en su momento puse algo que hoy sigue vigente: este es un libro para tener cerca, para revisar y para dejarse encontrar, porque tanto las palabras como las ilustraciones conmueven, incomodad, enternecen.

6. Poesía vertical: antología, de Roberto Juarroz (Visor Libros)

Por recomendación, busqué la poesía de Juarroz y me encontré con esta selección en agosto. Por obra del destino, terminé encontrando a un poeta que me habló directo al corazón y dejó una marca que muy pocos poetas habían logrado.

Creo que puedo decir que Juarroz marcó un antes y un después porque, leyéndolo, entendí eso que muchas veces se dice sobre el arte, que a veces encontramos a un artista que nos habla directo a nuestra propia vida.

Mientras leía sus poemas, lo único que podía pensar era que este sujeto estaba poniendo por escrito ideas imposibles, demasiado complejas, pero que sin embargo siempre había pensado, siempre habían estado en mí. Sus poemas eran como siluetas que se recortaban contra la bruma del ser y de pronto le daban entidad a cosas que, hasta ese momento, sólo habían sido eso, una nebulosa.

Uno de los poemas que me rompió la cabeza:
Pensar es una incomprensible insistencia,
algo así como alargar el perfume de la rosa
o perforar agujeros de luz
en un costado de tiniebla. 
Y es también trasbordar algo
en insensata maniobra
desde un barco inconmoviblemente hundido
a una navegación sin barco. 
Pensar es insistir
en una soledad sin retorno.
No soy la misma después de leer sus poemas.

7. República sorda, de Ilya Kaminsky (leído en inglés, de Graywolf Press)

Leer a Juarroz me dejó sedienta de más poesía y en esa búsqueda finalmente me crucé en noviembre con este libro, de un poeta del que nunca había escuchado hablar. Kaminsky, ucraniano, escribió un poemario que cuenta la historia de un pueblo azotado por una dictadura sin nombre pero con látigo.

Él mezcla la poesía con ilustraciones, la historia de una familia rota por la violencia y la historia de un pueblo que se resiste, la imposibilidad de usar la voz para protestar y pedir justicia con la posibilidad de usar las manos, la lengua de los sordos, para comunicarse.

En la reseña que escribí en su momento, anoté:
"Los poemas que construyen la historia son honestos en su falta de pretensión y abrazan con tal fuerza las experiencias y las sensaciones que buscan transmitir que, muchas veces, dejan sin aliento".
Sumamente original y profundamente conmovedor, este libro me amplió los horizontes sobre todo lo que la poesía puede llegar a hacer.

8. Como la poesía puede cambiarte el corazón, de Megan Falley y Andrea Gibson (leído en inglés, de Chronicle Books)

La cruzada por la poesía continuó durante el año, y en noviembre también me encontré con este libro de pequeños ensayos. Falley y Gibson armaron una suerte de manual (que si llegara a ser traducido sería realmente muy útil para trabajar en el colegio, con los alumnos) que introduce al lector al mundo de la poesía y sus ramas.

Primero abordan lo más importante: qué es la poesía y qué hago si siento que la poesía no es para mí. Así, con un lenguaje muy ameno y descontracturado, las autoras animan al lector a entender que la poesía es arte y que el arte siempre habla, que sólo hay que encontrar aquella porción que le habla a cada uno.

Desde ahí, el libro atraviesa todos los temas que son propios de la poesía, como rima, recursos estilísticos, estructura, para explicar y, además, ofrecer propuestas sencillas de escritura que le permitan al lector apropiarse de todos esos temas que, a primera vista, parecen siempre lejanos y ajenos.

Este es un libro que me encantaría tener y, más aún, que me encantaría que se consiguiera en español para trabajar con mis alumnos.

9. Un latido a la vez vez, de Sharon Creech (Ediciones Castillo)

Casi como la frutilla del postre, me prestaron este libro de Sharon Creech (famosa por su libro Quiere a ese perro, una joyita). Esta lectura de diciembre combinó todo lo que me atravesó durante el año: una novela infantil escrita en verso que habla sobre lo que significan los procesos, el crecimiento y el amor de la familia y los amigos.

En la reseña que escribí sobre este libro hace poquito, anoté:
"La lectura es llevadera y sumerge al lector en el universo de Annie con la frescura de la novedad. Quizás el mayor elogio sea que parece una novela escrita con facilidad por lo bien que encajan el uso del lenguaje, el avance de la historia, el progreso de los personajes, cuando es claro que detrás de escena el trabajo debe haber sido titánico. La fluidez de la escritura y su precisión son evidentes a lo largo de toda la historia".
Un latido a la vez es una novela sumamente original e innovadora que pone a Sharon Creech en lo mejor de su escritura. Esta también es una novela para tener y regalar.

***
Estas lecturas marcaron un año de mucho recorrido y búsqueda, donde evidentemente la poesía tuvo un protagonismo que nunca antes había ocurrido (plus del año: el grupo de Whatsapp "Poemas", al que me sumé hace unos meses; los usuarios envían poemas y sólo eso, cero comentarios, sólo poesía). Por suerte, pareciera que el mundo de la literatura infantil y juvenil, de la poesía y de las novelas en verso sólo se amplía, queda aún mucho por buscar, encontrar, leer.

Ojalá que el próximo año inicie la nueva década con más libros que sorprendan y sean originales, jugados; libros que atrapen y sumerjan en el misterio de su propio ritmo y magia, que interpelen y dejen el cuerpo partido al medio, atravesado de principio a fin por la maravilla de la literatura.

¡Nos leeremos en 2020!

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