Este año termina con mucha lectura, el desafío de Goodreads terminado (unos 68 libros leídos sobre el objetivo original de 65, bastante bien) y varias incursiones a géneros que otros años habían quedado más relegados.
La poesía, por ejemplo, fue un hallazgo, mejor dicho, un nuevo encuentro. En medio de un año con un contexto económico y social pesado, en medio de la vorágine de la vida en la ciudad y de las vueltas intensas de las responsabilidades, la poesía se presentó como lo que realmente es: el modo de respirar y mirar el cielo, de encontrarse con eso que está más allá de lo pesado e intenso, de lo que de a poco devuelve la vida. Así que hubo mucha poesía.
De la mano de esto, y de la Diplomatura que cursé, hubo también mucha lectura crítica sobre poesía, educación y sobre cómo acercamos a los chicos a la lectura. Docencia y ganas de leer combinadas que, además, me llevaron a investigar el despliegue de la poesía en los jóvenes actuales y el rol de la escuela y las redes sociales en esto. Eso, por suerte, seguirá con el trabajo final de la Diplomatura.
Idas y vueltas, hallazgos inesperados y recomendaciones, el año concluye y es el momento de revisar qué lecturas quedaron dando vueltas y cuáles dejaron una marca. Estas son las mejores lecturas del 2019, en el orden que llegaron:
1. La frontera indómita. En torno a la construcción y defensa del espacio poético, de Graciela Montes (Fondo de Cultura Económica)
Visionario y formativo, esas fueron las dos palabras con las que reseñé el libro en enero, cuando terminé de leerlo. Hacía tiempo que quería leer este libro pero siempre me había resultado difícil conseguirlo (me salvó la librería del FCE, finalmente).
Graciela Montes propone una serie de ensayos definitivos, claros e incisivos sobre la infancia como momento central, momento importante y muy determinado culturalmente, y sobre el rol de la literatura y de la dicotomía fantasía/realidad en ese período.
Así, Montes defiende a capa y espada el espacio poético, porque es allí donde la experiencia humana se despliega con toda su potencialidad, estalla la creatividad y nuestra cultura puede convertirse en experiencia:
Así, Montes defiende a capa y espada el espacio poético, porque es allí donde la experiencia humana se despliega con toda su potencialidad, estalla la creatividad y nuestra cultura puede convertirse en experiencia:
"Jugar nos ayudaba a entender la vida, y también el arte nos ayuda a entender la vida. Pero no porque los cuentos 'digan de otra manera' ciertos asuntos o expliquen con ejemplos lo que nos pasa sino por las consecuencias que trae habitarlos, aceptar el juego. Por esa manera de horadar que tiene la ficción. De levantar cosas tapadas. Mirar el otro lado. Fisurar lo que parece liso. Ofrecer grietas por donde colarse. Abonar las desmesuras. Explorar los territorios de frontera, entrar en los caracoles que esconden las personas, los vínculos, las ideas".Esa es una de las miles de frases que subrayé en este libro que, evidentemente, lanzó mi año por el camino de la poesía y el arte.