Una de las cuestiones que más me resuenan a la hora de leer literatura juvenil o infantil es el uso del tuteo. Muchas de las novelas y sagas que circulan y tienen éxito entre los jóvenes son de origen norteamericano y por lo tanto llegan a mis manos traducidas.
¿Qué ocurre, entonces? Las expresiones, los modismos, y el tuteo que se presentan son traducciones que suenan de forma extraña y acartonada. Pero dada la cantidad de literatura juvenil y sagas exitosas que llegan desde allá arriba, todas estas expresiones y formas de hablar se me fueron adhiriendo, quedando instaladas en la mente, al punto tal que algunas cosas comenzaron a mutar en mi mente hasta transformarse en su versión traducida - hubo una época en la cual dejé de decir "moretones" y se me escapaba la palabra "cardenales", sí.
Lo leí en inglés; fue difícil leer su traducción luego. |
Me he cruzado con muchos jóvenes - y en su momento yo fui una de ellos - que demandan novelas en donde los personajes se tuteen y utilicen palabras propias de las traducciones - "periódico", "neceser", "piscina", etc.- porque así están acostumbrados a leer, así suelen sonar las voces en su cabeza. Y sucede que es muy difícil para un escritor argentino construir una historia que se sostenga en esta forma de hablar - o por lo menos, a mí me resulta difícil situarme en un lugar idiomático cómodo a la hora de escribir.
Las traducciones se seguirán leyendo y seguirán funcionando como hasta ahora. Yo las voy a seguir leyendo. Pero fui descubriendo cómo abrir los ojos a las letras de por acá y a su estilo y forma de hablar.
El primero de la Saga de los Confines |
De todas formas me fui encontrando con otras historias y otros libros en donde la apuesta es fuertemente porteña. El primero de la lista es Heredero de las Hadas, de Leo Batic. La historia se sitúa en Buenos Aires y los personajes hablan como porteños, haciendo uso del "vos" y de algunas de las expresiones que tanto conocemos y usamos algunos de nosotros. Para muchos lectores fue difícil incorporar esta forma de hablar, pero a mí me resultó refrescante, nueva, posible. Incluso me quedé con ganas de seguir leyendo más expresiones tan coloquiales y cotidianas. Otro libro que en este sentido me deslumbró - y que no califica exclusivamente como literatura juvenil o infantil - fue La Pregunta de sus Ojos, de Eduardo Sacheri. Me impresionó la precisión en la forma de hablar y de plasmar los modos porteños.
Podría seguir nombrando ejemplos de todas las categorías y continuar enumerando por qué me resulta mágico encontrar un lenguaje adecuado a sus personajes y a su mundo. Es un tema que puede abrirse a debate no sólo por lo que genera en la lectura sino por las diferentes dificultades que presenta a la hora de escribir. A mí me genera muchas preguntas y dudas, especialmente al momento de escribir, y me obliga a revisar la forma en que leo y las expectativas que suelo poner en los libros antes de empezarlos. Mis experiencias son éstas, y puedo asegurar que disfruto tanto leer una traducción - aunque, si encuentro el libro en su idioma original, mejor - como un libro escrito en español. Sin embargo, me parece que es un ejercicio interesante de lectura y, por qué no, de escritura, buscar amigarse con las formas de expresión propias de nuestra cultura y, sobre todo, hallar la forma de leer o escribir esos libros e historias en donde la construcción del lenguaje acompaña una cultura, un mundo, una cosmovisión completamente nueva y no responde estrictamente a la realidad de lo que se oye en las calles, en las películas o en libros - traducidos o no.
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