16 jun 2021

Siempre nos estamos yendo

La nueva novela de Verónica Sukaczer se llama Siempre nos estamos yendo (publicada por Nube de Tinta, de Penguin Random House) y es una historia que también corrió y le escapó con vida a la pandemia hasta poder transformarse en el libro que es hoy.


Tuve el inmenso privilegio de leerla cuando todavía era sólo un archivo digital y, regresar a ella ahora, en papel, con sus páginas marcadas por el paso de Zinnia y Jaz, me hizo burbujas en la memoria y me trajo las mismas sensaciones de hace años, cuando por primera vez conocí a estos personajes. Su historia permanece viva, vibrante.


Siempre nos estamos yendo cuenta la historia de ellas, de Zinnia y su hermana Jaz, dos niñas que escapan de no sabemos quiénes, en una ciudad que no conocemos, hacia algún lugar incierto y todo esto, sin nombre, sin precisiones, suena terriblemente conocido y cercano. Su historia, marcada por la desolación, el abandono generalizado (y no de la familia, no de los padres, sino sobre todo de las instituciones), es la historia de todo inmigrante sin amparo, de todo aquel que escapa y corre por su vida perseguido por motivos inciertos, ambiguos, generales. Esta decisión de no nombrar pero de acercar pistas sobre la contemporaneidad de la historia la hacen sumamente cercana y nos abre la posibilidad a nosotros, los lectores, de ser quienes completemos los nombres de las ciudades y de los conflictos con los que hoy suceden, con los que conocemos, con los que recordamos.

La narración es ágil y rápidamente crea un clima que conjuga con precisión la desolación, la necesidad de sobrevivir, los atisbos de la esperanza y, también, el miedo a dejarse llevar por ella. La historia nos acerca a Zinnia y Jaz en un momento de escape, hasta que llegan a un lugar donde pueden descansar y refugiarse por un tiempo breve. Allí, en el impasse, y rodeadas por personajes inesperados que se suman a su supervivencia, Zinnia puede hacer lo único que le devuelve un halo de esperanza: narrar su historia (y narrar la de otros).

De este modo, de a poco, nos vamos enterando cómo es que llegaron hasta allí y qué fue sucediendo en sus casas anteriores, con sus padres, con la llegada de Jaz y con la aparición constante de los muros que, como víboras, fueron bloqueando caminos, expulsándolas, arrastrándolas. Este relato se ve intercalado por otro, actual, donde Zinnia conversa con otro personaje del que poco sabemos pero que, pronto notamos, es importante para ella. A él también le cuenta su historia porque narrar es para ella el ancla, el orden para todo lo que es un caos a su alrededor.

Zinnia es una narradora honesta, que se anima a contarlo todo, con palabras cuidadas, pero todo. Así conocemos cómo está atravesada por estos muros que fueron delimitando su vida, cómo se acostumbró a no aferrarse a nada ni nadie, y cómo también sufrió y se enojó por la vida que le fue negada, por todo lo que aquellos muros le robaron. Ella, llena de urgencia por sobrevivir, cuenta todo lo que hizo para llegar hasta donde está y es honesta sobre sus errores, sus metidas de pata, sus intentos y fracasos. Con sutileza y mucha franqueza, se desnuda como narradora para mostrarnos todo lo que tiene y lo que ya no, los pensamientos claros e inocentes pero también los más pesados y crueles, y nos enseña que el instinto por sobrevivir es una fuerza imparable en ella (y en todos los niños y niñas que terminan acompañándola).

"¿Estaba haciendo bien? ¿Todo esto no lo enojaría horriblemente? Porque después de todo aquella no era su historia, era sólo un cuento. [...] Pensé que posiblemente había hecho todo eso para mí, para sentir que todavía teníamos a qué aferrarnos, que alguien había guardado un recuerdo familiar, que había un papel en algún lado que decía quiénes éramos y que no era verdad que estábamos tan perdidos, tan solos, tan olvidados del mundo", dice Zinnia. La narración como forma de sobrevivir y de mirar hacia adelante, de confiar en que no todo está (o estará) perdido, ni siquiera ellos mismos, refugiados, desplazados.

Una novela dura, cercana y bella, bellísima, con una escritura aguda y precisa que, desde una infancia/adolescencia atravesada por el sufrimiento, nos retrata una historia sobre la pulsión por sobrevivir y las ganas de vivir de verdad que no puede ser más actual. Para tener, leer, regalar; una historia que con el paso del tiempo no pierde brillo.

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