Me recomendaron esta novela, Nada, de Janne Teller, una danesa sobre quien jamás había escuchado hablar. Y me contaron que había sido censurada, que era muy controversial y, sobre todo, que leerla cortaba la respiración.
No necesitaba saber más.
Nada cuenta la historia de un grupo de casi adolescentes que, cuando uno de sus compañeros se da cuenta de que la vida no tiene sentido y se trepa a un árbol, abandonándolo todo, deciden entregar cosas que para ellos sí tienen sentido, y armar una pila para tratar de hacerlo cambiar de opinión.
Dónde está la falta de aire: en que esos sacrificios se vuelven cada vez más extremos; en que la búsqueda de sentido cada vez se hace más desesperada.
Efectivamente la lectura es terriblemente incómoda. Es seca, fría, y ofrece un tono calmo en escenas donde la brutalidad se roba el escenario. Sin embargo, la narración es en absoluto morbosa ni escabrosa o sensacionalista. Para nada. Janne Teller logra una primera voz narradora asombrosa, que ofrece las preguntas y búsquedas propias de un niño que avanza hacia la adolescencia sin exagerar, valiéndose de sus silencios para dejarle al lector los detalles de cada escena suspendidos en el misterio. Así, mediante elipsis y descripciones casi superficiales, aéreas, la novela adquiere una atmósfera pesadísima.
Me ocurrió que más de una vez tuve que dejar de leer, pero no porque lo que se contara fuese tremendo o escandaloso sino porque la narración me terminaba ahogando. Y es una maravilla, porque el ahogo se logra con un estilo breve, directo.
La narración está estructurada, en varias ocasiones, con adelantos de información que, sorpresivamente, no aflojan la tensión ni alivian al lector. Por el contrario, sólo inflan la desolación que va marcando la búsqueda de estos jóvenes y las cosas que deciden hacer.
Como dato extra, me pareció muy interesante el rol ausente de las figuras adultas en esta novela (sólo el maestro tiene nombre, por ejemplo, justo el maestro) y cómo, cuando aparecen, en realidad solo profundizan más la sensación ominosa que marca el relato.
Nada es una novela fuerte, pesada en su clima y desesperante en su tema, que desacraliza la infancia, la noción de amistad infantil y, sobre todo, la idea de una vida con sentido. No alivia, no cede y no deja un buen gusto y es por todo eso que se vuelve una lectura que deja huella, una dolorosa, pero huella al fin.
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