8 feb 2015

Into the woods y el vértigo de los cuentos de hadas

Terminaron mis largas vacaciones y como el regreso a Capital me desesperó, fuimos a ver Into the woods, una película que desde el trailer promete canciones, personajes icónicos de diversos cuentos de hadas y a Meryl Streep como una bruja memorable.

Pero la película me resultó... desconcertante.

La trama debería ser una mezcla interesante de las historias de Cenicienta, Jack y los frijoles mágicos, Caperucita Roja y Rapunzel, pero, en esta adaptación, se vuelve más una eterna pregunta de ¿qué está pasando acá? y oh no, por qué que una sucesión lógica o esperable de eventos.

Insatisfecha con el resultado, busqué en internet entrevistas del director, a ver si echaban luz sobre esta desilusión, y el relato original de la obra de teatro, a ver si era tan meh como la película.

Aparentemente, la obra de teatro original está dirigida a un público más adulto y el esfuerzo del director y el compositor (también a cargo de la versión para Broadway) fue adaptar la historia al público infantil propio de Disney.

Así nace otro fracaso incómodo al mejor estilo de Alicia en el País de las Maravillas de Tim Burton, otra película que también queda a medio camino, entre la luz de Disney y la oscuridad burtoneana.

¿Por qué? Into the woods respeta muchos elementos de las versiones originales y antiguas de los cuentos de hadas (la madrastra cortándole los pies a las hermanastras para que les entren el zapato; el subtono pedófilo del encuentro entre el lobo y Caperucita; la violencia física y verbal que sufre Jack a manos de su madre) que impactan e incomodan pero después opta por suavizar otros elementos: las muertes, la infidelidad del príncipe, el abuso de la bruja, la desaparición absoluta de la muerte de Rapunzel...
Ella sí está memorable. Puntos extras para el departamento de vestuario.

El resultado es entonces una película con tono confuso, oscura pero interrumpida por digresiones que buscan que el espectador olvide o le saque importancia a los eventos crueles que caracterizan a los cuentos de hadas, y que pone el foco en una moraleja que parece traída de los pelos porque se suprimen y suavizan los eventos horrorosos que deberían justificarla.

Este es el vértigo de los cuentos de hadas originales: salen del final feliz previsible al modo Disney y presentan moralejas más fuertes y ancladas en el mundo real pero porque presentan eventos escalofriantes y crudos, que, hoy, no se consideran aptos para niños.

Es una pena que historias de este tipo caigan en manos de Disney, que se ve obligado a transformarlas buscando un punto medio entre el núcleo tenebroso que presentan y la alegría y jocosidad que se espera siempre de una película de esta empresa. Sería interesante poder ver la obra de teatro, a ver cuánto mantiene y respeta de los cuentos originales. Pero, así y todo, la película es visible y tiene algunas escenas impagables como la canción de los príncipes (¡¿por qué nunca habíamos visto a Chris Pine así?!), el fanatismo de Emily Blunt ante la realeza, la canción de Johnny Depp y cualquier segundo que Meryl Streep está en escena.


¡Espero opiniones una vez que la vean!

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