El Juego de Ender (La saga de Ender, #1), Orson Scott Card, 2010. Zeta Editores.
Hace años que la Tierra es amenazada por los insectores, una raza extraterrestre completamente ajena a los humanos, y con la que han tenido algunos encuentros desafortunados. Para poder derrotarlos, la Tierra necesita una nuevo tipo de genio militar que sea capaz de llevar adelante un ataque contra esta especie. Ender nace de esta necesidad: tercer miembro de una familia de niños genios, él es de cierta forma una anomalía viviente: en la nueva sociedad terrícola los hijos por familias están limitados a dos. Ender, entonces, marcado desde su nacimiento, crecerá entrenándose y haciendo grandes sacrificios para ser el mejor estratega militar que jamás se haya visto.
Escuché mucho sobre este libro (me lo recomendaron en múltiples ocasiones) y, cuando se confirmó que iban a hacer una película, el caudal de información no dejó de fluir. Decidí entonces que era hora de leerlo y de descubrir porqué un libro sobre un niño y extraterrestres había cautivado a tantas y tan diversas personas.
El Juego de Ender no esconde mucho más de lo que anuncia su premisa y, sin embargo, las capas que se desenvuelven debajo de esta historia, en apariencia tan lineal, son infinitas. La novela acompaña a Ender desde su reclutamiento hasta, bueno, un final bastante amplio (que después se retoma en el libro siguiente), siguiendo su punto de vista y alternando otros que aportan mucha, mucha más información no sólo sobre lo que le está pasando a Ender sino también a la Tierra y sus tensiones políticas.
Esta riqueza de perspectivas coloca al lector en una posición privilegiada porque se vuelve el único que comprende realmente (casi) todo lo que está pasando. De esta forma la educación y entrenamiento de Ender toman otras dimensiones. Allí donde las pruebas pensadas por sus mentores desafían a Ender hasta los límites de su cordura, el lector comprende cuál es la lógica detrás y queda ubicado en la difícil posición de juzgar qué hubiese hecho él ante las mismas circunstancias. El lector ve los dos lados del mismo hecho y accede a las dos lógicas: la de Ender, el niño que sufre cada paso que da en su entrenamiento, y la de los adultos, los que ponen por encima de cualquier otra cosa el bien común, el triunfo de los humanos sobre los extraterrestres.
El Juego de Ender no escatima crudezas ni giros retorcidos. Los capítulos desarrollan los sufrimientos que atraviesa Ender para poder avanzar en la academia e iluminan con intensidad los oscuros sentimientos que plagan a Ender constantemente. La tensión que le genera su crianza y la forma en que se va desarrollando lo colocan fuera de la infancia humana. ¿Cómo es posible que, después de tanto, siga siendo un niño, él o cualquier de sus compañeros? Esta pregunta se extiende a lo largo de toda la novela, y es repetida en distintas ocasiones por más de un personaje.
A esto se suman las turbulencias políticas que orbitan la historia de Ender y que protagonizan sus hermanos, Peter y Valentine. Dos personajes sumamente interesantes, que representan un desdoblamiento de Ender, ellos dos vuelven a torcer las convenciones sobre la infancia y se posicionan como dos adultos capaces que, justamente, quieren romper con la barrera que les impide ser considerados como tales.
El Juego de Ender, entonces, no es solamente una buena historia de ciencia ficción con los elementos propios del género (que, vale aclarar, son introducidos de forma magistral por el autor, y cautivan constantemente). Sus preguntas y premisas rompen convenciones establecidas y revelan, a través de la perspectiva de los niños, un mundo donde los niños prácticamente dejaron de ser humanos y se transformaron en objetos, en medios para resolver una disputa política que excede el problema de los extraterrestres. Ahora comprendo cómo El Juego de Ender se transformó en un clásico del género: porque toma lo mejor de él, lo excede y lo eleva a partir de una historia que, en apariencia, parece sencilla.
Esta riqueza de perspectivas coloca al lector en una posición privilegiada porque se vuelve el único que comprende realmente (casi) todo lo que está pasando. De esta forma la educación y entrenamiento de Ender toman otras dimensiones. Allí donde las pruebas pensadas por sus mentores desafían a Ender hasta los límites de su cordura, el lector comprende cuál es la lógica detrás y queda ubicado en la difícil posición de juzgar qué hubiese hecho él ante las mismas circunstancias. El lector ve los dos lados del mismo hecho y accede a las dos lógicas: la de Ender, el niño que sufre cada paso que da en su entrenamiento, y la de los adultos, los que ponen por encima de cualquier otra cosa el bien común, el triunfo de los humanos sobre los extraterrestres.
El Juego de Ender no escatima crudezas ni giros retorcidos. Los capítulos desarrollan los sufrimientos que atraviesa Ender para poder avanzar en la academia e iluminan con intensidad los oscuros sentimientos que plagan a Ender constantemente. La tensión que le genera su crianza y la forma en que se va desarrollando lo colocan fuera de la infancia humana. ¿Cómo es posible que, después de tanto, siga siendo un niño, él o cualquier de sus compañeros? Esta pregunta se extiende a lo largo de toda la novela, y es repetida en distintas ocasiones por más de un personaje.
A esto se suman las turbulencias políticas que orbitan la historia de Ender y que protagonizan sus hermanos, Peter y Valentine. Dos personajes sumamente interesantes, que representan un desdoblamiento de Ender, ellos dos vuelven a torcer las convenciones sobre la infancia y se posicionan como dos adultos capaces que, justamente, quieren romper con la barrera que les impide ser considerados como tales.
El Juego de Ender, entonces, no es solamente una buena historia de ciencia ficción con los elementos propios del género (que, vale aclarar, son introducidos de forma magistral por el autor, y cautivan constantemente). Sus preguntas y premisas rompen convenciones establecidas y revelan, a través de la perspectiva de los niños, un mundo donde los niños prácticamente dejaron de ser humanos y se transformaron en objetos, en medios para resolver una disputa política que excede el problema de los extraterrestres. Ahora comprendo cómo El Juego de Ender se transformó en un clásico del género: porque toma lo mejor de él, lo excede y lo eleva a partir de una historia que, en apariencia, parece sencilla.
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarGracias Maru! Me recomendaron este libro allá por el año 2000. Empecé a buscarlo, pero fue imposible conseguirlo en Argentina. Lo único que encontré fue el tercero de la Saga de Alvin (de Scott Card también). Ahora que leo tu reseña (y que veo que está por salir la peli) me dan ganas de buscarlo de nuevo para poder leerlo!
ResponderEliminarHace rato que lo escucho nombrar, pero es la primera reseña que leo ^^
ResponderEliminarLa verdad, que por un lado me llama y mucho, pero por otro me cae mal el autor y tengo miedo de que esa antipatía me condicione a la hora de leerlo y no me guste (ha pasado antes xD)
Ya veré si algún día lo leo o no ^^U
besote!
Amooooooooo el libro ,yo hice la reseña del libro hace poco ,a ti te quedo mejor transmites muchísimo mejor lo que es el libro .
ResponderEliminarbesoss
puedes quitar la verificacion de palabras ,si no te importa?