Con la lentitud propia de un diciembre pegajoso, recién ahora llega: el viernes 4/12 fui a la presentación de Los nombres prestados, la última novela de Verónica Sukaczer, y la primera novela de un autor argentino publicada en el sello Nube de tinta (nada más ni nada menos), y tengo cosas para decir (no surprise).
El evento fue en Librería Gandhi, que es preciosa, tiene estanterías por todas partes y la escalera más hermosa y bibliófila que jamás haya visto (¿cómo-yo-no-había-ido-nunca-antes-a-ese-lugar? Ya se me tranquilizó la conciencia porque volví a ir y a comprar más libros).
La presentación fue tan bonita como la librería: amena, cercana, con un gusto fuerte a charla entre amigos. A Verónica la acompañaron Franco Vaccarini y Maridé Minor con preguntas, comentarios y disparadores que después terminaron entre nosotros, los que escuchábamos y también teníamos preguntas.
Hay algo mágico en escuchar el proceso de gestación de una historia, porque cada uno es único y está lleno de anécdotas e imágenes que no se repiten, ni en otra historia, ni en otro autor. A mí, en particular, me vuelve loca. ¿Cómo apareció la idea? ¿Qué cosas ya se sabían, qué otras cosas fueron apareciendo a medida que nacía la historia? ¿Qué personaje está dando vueltas hace más tiempo?
Así que escuchar todas esas curiosidades, junto a gente que había sido testigo de ese proceso, fue una alegría (la monja con nombre judío, el abuelo que escribía y anotaba todos los artículos de los diarios, las voces de los personajes, que no se callaban nunca, magia que se cocina en el detrás de escena y después ilumina toda una novela).
Más aún sobre Los nombres prestados (y el nombre ya es toda una pregunta).
La novela la leí hace tiempo, pero algunas cosas todavía no se me escapan. Como la sencillez con la que se cuenta una historia situada en un tiempo histórico difícil y ya escrito muchas veces. O las voces de los personajes, cada una con una marca particular en la escritura (y se me aparece una y otra vez el "es decir" de Nina, que me hace acordar al "so it goes" de Vonnegut).
Este libro acompaña al lector en la travesía de la historia. Es amable en medio de la desesperación que narra. Y juega con una estructura redonda, que se va revelando de a poco, con sutileza, y que es casi como la Historia misma: pura suerte, pura casualidad.
Podría ser una primera recomendación de lectura de verano. Que después puede acompañarse por los libros y autores que tuvieron algo que ver con esta historia (como Spiegelman, Levi o Berg) y que podrían completar y ampliar el panorama que ya todos conocemos pero que en esta novela se muestra desde la intimidad más profunda y humana.
Más aún sobre Los nombres prestados (y el nombre ya es toda una pregunta).
La novela la leí hace tiempo, pero algunas cosas todavía no se me escapan. Como la sencillez con la que se cuenta una historia situada en un tiempo histórico difícil y ya escrito muchas veces. O las voces de los personajes, cada una con una marca particular en la escritura (y se me aparece una y otra vez el "es decir" de Nina, que me hace acordar al "so it goes" de Vonnegut).
Este libro acompaña al lector en la travesía de la historia. Es amable en medio de la desesperación que narra. Y juega con una estructura redonda, que se va revelando de a poco, con sutileza, y que es casi como la Historia misma: pura suerte, pura casualidad.
Podría ser una primera recomendación de lectura de verano. Que después puede acompañarse por los libros y autores que tuvieron algo que ver con esta historia (como Spiegelman, Levi o Berg) y que podrían completar y ampliar el panorama que ya todos conocemos pero que en esta novela se muestra desde la intimidad más profunda y humana.
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