La literatura juvenil, en su incursión hacia las distopías, se ha encargado de probar y experimentar con uno de esos extremos: ¿Qué ocurre cuando la posibilidad de sobrevivir depende de la muerte de otro ser vivo, de otro ser humano?
¿Qué ocurre en el hombre cuando las opciones son sólo dos: matar o morir?
Las respuestas son variadas, algunas más complejas, otras más simples, porque son muchos los libros que han experimentado con esto. Culpa, deshumanización, largas reflexiones sobre la pérdida del alma, animalización, etc. Voy a hacer referencia a tres sagas de ciencia ficción para ver esto, y quizás haya pequeños spoilers, así que, con cuidado.
El primero, el pionero, lo ilustró con crudeza y realismo: en Los juegos del hambre (así como también en Battle Royale) tenemos la perversión de la infancia a manos de una lógica cruel. Hay que matar a otros para sobrevivir y esas muertes tienen como objetivo entretener a otros. Suzanne Collins lleva al extremo el matar o morir y lo transforma en un "pan y circo" (de ahí el nombre Panem, de la expresión latina "panem et circenses"), en un teatro para adormecer a las masas.
Sus efectos en Katniss son devastadores porque el contexto en que todo esto ocurre es pura construcción política. No hay un peligro real. Ella no necesita matar a otros para sobrevivir, no en su vida cotidiana. Pero obligada a hacerlo, en el marco de los juegos, no sólo sufre de culpa por los asesinatos sino que, además, ella misma se vuelve una marioneta más en el circo político que despliega la trilogía. Los síntomas de estrés post traumático se apilan en Katniss, la desarman, y, de a poco, le hacen perder cierta capacidad de vinculación con la realidad.
En Divergente, por otro lado, hay todo un proceso de desarrollo muy interesante en el personaje de Tris. La guerra civil de su sociedad la obliga a matar para sobrevivir y en esa secuencia, ella termina asesinando a uno de sus amigos. Matar o morir: es ella o Will. La culpa se le instala como un agujero negro y se despliega en el personaje un mecanismo de defensa peligroso: alejar a todo el mundo, para que nadie más sufra ese tipo de consecuencias. Hasta que no admite el acto y lo expresar (a la fuerza) frente a sus otros amigos, Tris no puede siquiera pensar en superar ese asesinato. El matar a otro se presenta, para ella, como una vía directa, de la que no hay vuelta atrás, hacia la crueldad absoluta.
La quinta ola, de Rick Yancey, tiene como premisa la imposibilidad de confiar en los demás porque no se sabe quién es y quién no es alienígena. En este libro, el matar o morir es una realidad concreta e ineludible después de la invasión extraterrestre y plantea un resultado difícil: aquel que mata pierde su humanidad, se pierde de quién realmente era.
"¿Cómo se limpia la Tierra de humanos? Arrebatándoles su humanidad".
Así lo experimenta Cassie, la protagonista. Matar significa perder lo que se era, lo que se podía ser; significa transformarse en una cosa manchada de sangre, casi animal, totalmente insensibilizada. La culpa tampoco se registra, resulta imposible hacerlo en un mundo donde seguir respirando depende pura y exclusivamente de ser el primero en apretar el gatillo. Ese mundo ha transformado a los humanos en otra cosa. Los ha deshumanizado.
"A lo mejor el último humano de la tierra no morirá de hambre ni de exposición a las condiciones climáticas, ni devorado por animales salvajes. A lo mejor el último en morir lo hará a manos del último sobreviviente".
Se arma así una búsqueda de sentido a lo largo del libro: ¿Qué significa ser humano en un mundo donde matar es la primera respuesta, donde la vida ajena no importa?
Matar o morir, una de las experiencias límites del ser humano, recibe respuestas diversas, siempre de la mano de realidades distópicas y extremas. Colapso emocional, culpa y deshumanización. Habrá que ver qué respuestas dan otros libros.
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