Greg Gaines es el mejor maestro de espionaje del secundario, capaz de desaparecer a voluntad en medio de cualquier entorno social. Sólo tiene un amigo, Earl, y juntos hacen películas, versiones incomprensibles de cultos clásicos como los de Coppola o Herzog.
Hasta que la mamá de Greg lo obliga a retomar una amistad infantil con Rachel.
A Rachel le diagnosticaron leucemia - pura incomodidad adolescente - pero el mandato materno ha sido expresado y debe ser obedecido. Cuando Rachel detiene el tratamiento, Greg y Earl deciden que lo que hay que hacer es filmar una película para ella, que pronto se convierte en La Peor Película Jamás Hecha y se vuelve un punto de inflexión cada una de sus vidas.
De pronto, Greg debe abandonar su invisibilidad y pararse bajo las luces.
"¿Qué es este libro?", se preguntarán. "¿Es otra versión de Bajo la misma estrella?", puede ser otra pregunta. Y la respuesta en ambos casos podría ser la misma: este libro es un misterio.
Me and Earl and the Dying Girl tiene los mismos elementos que la novela de John Green (¿y fueron escritos en el mismo año? Qué sospechoso), pero hasta ahí llegan las similitudes. Porque mientras la novela de Green desarrolla un romance amoroso teñido de frases irónicas protagonizado por adolescentes (que a veces no lo parecen), Andrews construye un relato dolorosamente adolescente.
La novela sigue el desarrollo de la vida de Greg, su vínculo con Earl y sus tardes filmando, la amistad forzada con Rachel y su enfermedad, pero lo hace desde un foco muy peculiar: Greg, un adolescente bien adolescente, que narra apelando constantemente al narrador.
Su pasión por el cine tiñe los capítulos y muchas veces la narración se transforma en un guión de cine, porque así percibe él el mundo. Greg es gracioso, irónico, desconsiderado, preocupado, pero su fortaleza es que logra erigirse como un personaje que realmente está atravesando una edad intensa. No sabe qué quiere, qué no quiere, cómo hacer para evitar vincularse, cómo hacer para lograr no salir de su pieza. Es muy autocrítico y vive enroscándose en sus propias palabras, tratando de explicar cosas que todavía ni él entiende. Muchas veces, por ejemplo, la única forma que encuentra para lidiar con un problema es quejándose: "UUUUGGGHHHH". Ese puede llegar a ser el contenido de un capítulo.
Me and Earl and the Dying Girl entreteje esta historia de juventud, enfermedad, amistad y muerte con hilos deliberadamente imperfectos: Greg, Earl, Rachel, sus familias, sus compañeros, sus profesores; y logra mostrar que la vida a veces es la vida, y que so it goes. Pero lo hace con la alegría de saber que, para que la vida sea la vida, hay que estar vivo y vivir.
No será una novela perfecta, pero Me and Earl and the Dying Girl es una foto perfecta de la adolescencia y sus avatares. Quizás más aún que la novela de Green.
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