Scarlet (Crónicas Lunares, #2), Marissa Meyer, 2013. Feiwel and Friends.
Cinder está tratando de escapar de prisión - consciente de que si lo logra se convertirá en la fugitiva más buscada de todo el Commonwealth. Mientras tanto, del otro lado de mundo, la abuela de Scarlet Benoit ha desaparecido. Aparentemente hay muchas cosas que Scarlet no sabe de su abuela y el terrible peligro en el que ha vivido toda su vida. Cuando Scarlet encuentra a Wolf, un luchador callejero que podría tener información sobre el paradero de su abuela, no tiene más opción que confiar en él a pesar de que él también tenga secretos.
Scarlet y Wolf se embarcan en la misión de develar el misterio de la abuela de Scarlet y en el camino se encuentran con otro misterio cuando sus caminos se cruzan con los de Cinder. Juntos deberán prepararse para adelantarse a la Reina Lunar que hará cualquier cosa con tal de lograr que el príncipe Kai sea su esposo, su rey y su prisionero.
Scarlet retoma la historia inmediatamente después del final de Cinder y comienza a alternar el punto de vista entre los dos personajes principales de esta segunda parte, Scarlet y Cinder. Mientras la historia de Cinder está en pleno desarrollo y conflicto, la de Scarlet comienza a desarrollarse y revelarse encajando de a poco en la de Cinder. Marissa Meyer hace ahora una reactualización de la historia de Caperucita Roja y la combina con su relato de la Cenicienta. Es una apuesta alta que, sin embargo, le sigue funcionando a la perfección.
A pesar del poco tiempo que tienen de desarrollo - especialmente si se los compara con Cinder e incluso Kai - tanto Scarlet como Wolf alcanzan una tridimensionalidad que les da vida. Nuevamente, estos no son personajes que respondan al estereotipo de la historia popular sino que representan a Caperucita pero funcionando dentro del mundo de Meyer, como unos engranajes más en la historia y en el conflicto político. Son una nueva puerta de entrada al mundo de Meyer que encierran en sí mismos una reinterpretación del clásico infantil. Quizás su relación sea, en mi opinión, un poco previsible y hasta difícil de creer, pero no se sitúa en el centro de la historia y, por lo tanto, se mimetiza bien con el desarrollo del conflicto político que los rodea.
La historia de Cinder, por otro lado, continúa desplegándose y enriqueciéndose. Cinder continúa su proceso de crecimiento y de aceptación. Al comienzo del libro se presenta el inicio de un camino de formación que tiene que hacer Cinder y la historia se toma su tiempo para responder preguntas, expresar nuevas dudas y encontrar respuestas (es decir, no hay una súbita transformación de Cinder. El proceso es real y creíble). Cinder crece y con ella crece mucho del mundo de Meyer. Hay, también, nuevos personajes que se suman a su aventura y ninguno de ellos decepciona. Carswell Thorne, en particular, es una adición deliciosa a la historia, dado que prueba ser un personaje mucho más interesante y complejo de lo que aparenta en la primera impresión.
Marissa Meyer hace estallar una premisa que, desde el final de Cinder, es previsible (¿Cinder asumirá su nuevo rol, se animará a tomar la parte que le corresponde en el desplazamiento de fuerzas que se aproxima? Sabemos que sí, por supuesto, pero, ¿cómo?). Utilizando la estrategia del cambio de punto de vistas (todos los personajes tienen la oportunidad de contar una porción de la historia) y apelando al suspenso y la acción, Marissa Meyer rellena los espacios vacíos y crea un ambiente tenso y peligroso para sus personajes. Sí, podemos intuir la historia, pero la forma en que Meyer moldea el cómo es absolutamente atrapante.
Scarlet es una secuela que cumple con las expectativas que deja Cinder y, más importante aún, logra alcanzar (e incluso superar) la calidad del primero. Con nuevos personajes, nuevas historias, más emoción e intriga, la siempre presente cuota de romance y comedia, y un conflicto político que no hace más que crecer y aumentar la presión, Scarlet es un libro imposible de soltar, con un final que sólo anuncia que hay más, mucho más, por venir.