21 mar 2021

LIJ de verano: Desde los ojos de una mujer

La sexta entrega del newsletter nos encuentra en el mes de la mujer, con ganas de investigar autoras y protagonistas femeninas. Por eso, en esta ocasión, miramos de cerca dos novelas, una escrita por una autora argentina y otra, por una norteamericana, que nos acercan a dos narradoras niñas, atravesadas por historias y circunstancias difíciles (y muy diferentes) y tensionadas por el vínculo con sus madres.

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Hijas y madres, diferentes perspectivas y procesos y un mundo abismal de experiencias. La literatura para niños, niñas y adolescentes nos ofrece narradoras mujeres de variadas edades que plasman sus búsquedas y caminos con honestidad, entusiasmo, tristeza, inquietud, y en este mes de la mujer, ¿por qué no mirarlas de cerca? En esta ocasión, nos acercamos a dos narradoras niñas atravesadas por el vínculo con sus madres, lo que las une y las separa y, más dolorosamente aún, las circunstancias que las condicionan.

La gramática del dolor

Quizás ya hayan oído hablar de la conocida novela de Paula Bombara El mar y la serpiente. Inspirada en su vida, en esta novela Bombara nos cuenta la historia de una niña y sus padres en la última dictadura argentina, y el modo en que esa familia queda marcada por el momento que les toca vivir.

La narradora es la hija, que comienza contándonos su historia cuando todavía es muy pequeña. Son sus palabras las que nos acercan a ella y nos la dan a conocer: se expresa con oraciones breves, sin conectores, solamente con verbos en tiempo presente; confunde significados, pregunta y también repite mucho las palabras que conoce. Es pequeña, muy pequeña, y el mundo que se desenvuelve a su alrededor todavía es grande para ella.

Cuando ocurre la tragedia y a su papá lo desaparecen los militares, ella cree que lo que ocurrió es que se perdió con su bicicleta. Y, claro, su mamá, que busca protegerla, confirma ese relato. La niña, sacudida por la situación y por lo que luego su madre debe hacer para que ellas sobrevivan (huir, escapar hacia la Patagonia, cortarse el pelo para evitar ser reconocidas), desarrolla una intuición que le permite entender que algo sucede, aunque no sepa muy bien qué: 


Mamá tiene los ojos con agua. Pero no llora.
Mentira.
Llora. Pero para adentro.
Mamá se ríe de mentira. Dice, 
¿por qué me mirás tanto?

La tristeza que inunda a su madre es una pista para la narradora. No puede evitar mirarla y entender allí que algo no está bien, que algo sobre su papá no está bien. Su mamá hace silencio y pronto ese mandato se vuelve una herencia para la niña: no hay que hablar de lo sucedido con nadie, menos con extraños. No hay que decir nada, esa es la única protección.
 
Todo ese silencio explota hacia dentro en esta protagonista, que no deja nada sin pensar, sin contar, sin preguntarse. Pero, hacia fuera, silencio.
 
Con el avance de los años, la narración de la niña crece con ella y nos encontramos con que tiene más recursos y posibilidades de formar oraciones comprensibles, utiliza signos de puntuación y diferencia diálogos de narración. Pero, en su interior, sus pensamientos aparecen escritos de forma desordenada, apurada, caótica. Allí no hay uso de signos claros de puntuación y vuelven a aparecer repeticiones excesivas, que normalmente tienen que ver con la emocionalidad de la narradora (cuando está enojada, ansiosa, confundida) y espacios en blanco. Estos espacios son particularmente llamativos, porque nos pueden estar señalando pausas en el hilo de sus pensamientos pero, también, los espacios en blanco de su memoria, las cosas que todavía no recuerda y no sabe de su historia:

Pero a mí me parece más ¿cómo me puede parecer más algo que no me acuerdo? ¿será que me acuerdo?            Me acuerdo que un año fui a Bahía y acompañé a Vero al jardín. Me acuerdo que aburría que la abuelita me enseñó a cocinar tortas fritas                     y que se clavó la aguja de la máquina de coser en un dedo. ¿Habrá sido en esos meses?

La memoria rota y la necesidad de saber es más fuerte que el mandato del silencio y, finalmente, la narradora se anima a pedirle a su madre que le cuente todo, absolutamente todo sobre lo que sucedió: la muerte de su papá, los meses que los militares se la llevaron a su mamá y el porqué, el porqué de semejantes atrocidades.
 
Así, escuchando el relato de su madre, su sufrimiento y su perseverancia en medio de todo, la narradora empieza a comprender no sólo qué sucedió sino también quién es su mamá:
 
¡Qué horrible! dos meses así con los ojos tapados con dolor      encima me hizo un juguete. Y yo que me siento un estorbo. Me parece que para mamá no soy un estorbo. Me parece que para mamá no soy un estorbo me parece que ella es así conmigo porque tiene miedo de que me pasen cosas
 
Recuperar la memoria, entender lo sucedido y entender a su madre, nos ofrecen una última mirada sobre una narradora que asume su historia y puede, finalmente, hablar, dar un paso, y continuar viviendo ya no más suspendida en la incertidumbre del pasado.

 

En sus zapatos

Otra historia, bien distinta y, al mismo tiempo, hermana de la anterior, es Walk Two Moons, de Sharon Creech (gran, gran escritora y poeta, que recomiendo ampliamente que investiguen y lean). Hubo una época en la que se podía conseguir el libro en español (Caminar dos lunas, traducido por Márgara Averbach) pero ahora sólo nos queda navegar la web para encontrar alguna versión legible.
 
En esta historia, la narradora es nuevamente una niña, Salamanca, y la trama se desarrolla en dos tiempos: en el presente, Sal está haciendo un viaje en auto con sus abuelos y decide entretenerlos contándoles la historia de su amiga Phoebe y, en el pasado, Sal vive al lado de Phoebe y la acompaña una vez que su madre la abandona repentinamente.
 
El asunto es este: la mamá de Salamanca también la abandonó a ella y a su padre, sin explicaciones, y Sal está partida al medio. No entiende qué sucedió y, más aún, parece no poder entender por qué ella no regresó. Esa ausencia lleva a su padre a decidir mudarse, él no puede vivir más en una casa que sólo le habla de su esposa. Así, él y Sal se mudan al lado de Phoebe y su familia.

Entonces, la historia que Sal les narra a sus abuelos sobre su amiga Phoebe es un medio para contar también su propia historia: lo mucho que extraña a su madre y lo poco que entiende. Cuanto más avanza en el relato de la historia de su amiga, más encuentra Sal que, en el fondo, sus historias no son tan semejantes, y eso también es algo con lo que debe reconciliarse.
 
Bajo la premisa de don’t judge a man until you have walked two moons in his moccasins (algo así como nuestra versión de “no juzgues hasta no haberte puesto en los zapatos de la otra persona"), tanto Phoebe como Sal deben revisar el vínculo con sus madres y las decisiones de ellas para empezar a entenderlas y, en el proceso, comprender por qué se fueron.
 
Me preguntaba por Mrs. Winterbottom y qué había querido decir con eso de una vida diminuta. Si a ella no le gustaba cocinar y limpiar y saltar para alcanzar el quitaesmaltes y coser dobladillos, ¿por qué lo hacía? ¿Por qué no les decía a los demás que hicieran algunas de esas cosas? Tal vez tenía miedo de que no quedara nada para que hiciera ella. Nadie la necesitaría y ella se volvería invisible y nadie se daría cuenta.
 
En este sentido, el libro nos ofrece una mirada profunda sobre la mujer, su lugar en la familia y su rol como madre, ama de casa, trabajadora, esposa. Tanto la mamá de Sal como la de Phoebe (Mrs. Winterbottom) se encuentran de pronto cuestionando quiénes son, qué hacen y, sobre todo, si quieren ser quienes son, así como están. Que sus hijas puedan "ponerse en sus zapatos", desde su niñez, resulta una enorme novedad dentro de esta historia, dado que les permite a ellas trazar un vínculo nuevo con sus madres, en sus diferentes situaciones y, así, también repensar cómo quieren ser ellas mismas.

"Ser una madre es como tratar de agarrar un lobo por las orejas", dijo la abuela. "Si tenés tres o cuatro –o más– niñitos, estás bailando sobre una plancha caliente todo el tiempo. No tenés tiempo para pensar en nada más. Y si sólo tenés uno o dos, es casi más difícil. Tenés lugar libre –espacios vacíos que creés que tenés que llenar."


Así, Salamanca, como narradora, combina la tristeza del duelo con la inocencia de quien todavía puede elegir no mirar la realidad. Ella es inteligente, sabe qué está haciendo, y es consciente de que necesita hacer su propio proceso para llegar hasta su madre:
 
Deseaba ser invisible. Afuera, las hojas caían al suelo y yo estaba infinitamente triste, triste hasta mis huesos. Estaba triste por Phoebe y sus padres y Prudence y Mike, triste por las hojas que morían y triste por mí, por algo que había perdido.


La historia de Phoebe y de Salamanca, de lograr comprender realmente a sus madres, sus caminos y opciones y, con eso, poder construir sus familias, hacen de esta novela una experiencia lectora conmovedora, especialmente cuando se llega al final del camino de Sal, del viaje con sus abuelos y del abrazo con su madre.

El mar y la serpiente y Walk Two Moons son dos novelas que nos acercan voces femeninas muy distintas pero ambas marcadas por el vínculo con sus madres y, más todavía, por lo que las circunstancias (históricas y familiares) han causado en ellas. Se trata de dos lecturas que ponen el foco en lo pequeño, en el detalle, en los pliegues de la voz, para desde allí narrarnos la enormidad de lo que sucede y sienten los personajes.

En esta edición mencioné:
  • Bombara, Paula, El mar y la serpiente. Norma, 2015.
  • Creech, Sharon. Walk Two Moons. Versión para Kindle.
(y todos los fragmentos citados de la novela de Creech son traducciones propias)
Para seguir leyendo
 
Si de protagonistas mujeres se trata, un libro que marcó un antes y un después en mi lectura de LIJ fue Margot: la pequeña, pequeña historia de una casa en Alfa Centauri, de Toño Malpica (publicada por Norma). Sí, con ese título maravilloso, esta novela narra la historia de Margot, una niña que tiene que trabajar pero que también se transforma en una superheroína.

Los superhéroes no escogen su destino.
Con Margot no fue distinto.
Claro, no la picó una araña radioactiva.
Ni tampoco le obsequiaron un anillo dorado con grandes poderes.
Mucho menos le hicieron una cicatriz en forma de rayo en la frente cuando era apenas un bebé.
Pero sí fue "elegida". Como superhéroe, quiero decir.
Y, por lo mismo, ella no escogió su destino. Le cayó del cielo (es una forma de hablar, claro). Así sin más.
Y también, como buen superhéroe, nunca se preguntó por qué ella. Por qué ella, si la mayor parte del tiempo... pues no tenía tiempo.


Se trata de una historia que equilibra de forma perfecta la crudeza de una vida de necesidades, la ternura de la inocencia infantil y la conmovedora experiencia del encuentro entre personas y el descubrimiento de que sólo nos salvamos cuando estamos con otros. Una lectura que recomiendo y seguiré recomendando.
 
Novedades
La noche escondida, María José de Telleria. Periplo Ediciones, 2020.
 
Este pequeño libro-álbum es una pregunta hecha páginas: hay allí una niña que quiere saber cuándo llegará la noche y no deja de preguntarlo. Hay inquietud y ganas en cada palabra de esta narradora, que van acompañadas por ilustraciones enormes y calmas. Sin embargo, las respuestas que recibe no la apaciguan y sus ganas de reencontrarse con el cielo azul y las estrellas brillantes se parecen enormemente a lo que nos sucede cuando, ya acostados, pensamos en cómo es que dormimos y entonces el sueño se nos escapa.
 
¿Cómo era la noche? ¡No me acuerdo!
Con algunos sueños me pasa lo mismo, a la mañana me los olvido.


Una historia sobre las ganas y la ansiedad por aquello que sabemos que vendrá, que nos entusiasma locamente, y que no podemos esperar a que llegue.

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