The Cavendish Home for Boys and Girls, Claire Legrand, 2012. Simon & Schuster Books For Young Readers.
Victoria odia el sinsentido. No es necesario cuando tu vida es perfecta. La única mancha en su vida pristina es su mejor amigo Lawrence. Él es un desastre -vago y soñador, con la remera siempre sin acomodar, obsesionado con su tonto piano. Victoria usualmente se pregunta por qué se molesta en ser su amiga (Lawrence también se lo pregunta).
Pero Lawrence desaparece. Y no es el único. Victoria pronto descubre que el Hogar Cavendish para Niños y Niñas no es lo que parece ser. Los niños entran pero salen... diferentes. O no salen nunca.
Si alguien puede solucionar esto, ese alguien es Victoria -incluso si eso implica ensuciarse un poco.
Las reseñas de este libro eran fenomenales. Todas se encargaban alabar la escritura inteligente de Claire Legrand. La premisa del libro era muy interesante, la tapa de libro, deliciosa. Realmente había pocas chances de que no me dieran ganas de leer este libro. Y, la verdad, The Cavendish (voy a decirle así para ahorrar letras), es todo eso que dicen y más, porque da miedo.
No voy a detenerme a reseñar la trama, porque mucho del efecto de este libro reside en la historia y en la posibilidad de desentrañar con Victoria el misterio del Hogar Cavendish. Y, si bien en cierto punto la historia es previsible porque recurre a tópicos usuales, jamás resulta aburrido. Por el contrario, Claire Legrand toma las imágenes comunes de las historias de terror (un orfanato, un pueblo que parece lleno de fantasmas, niñas en camisones, bichos, miles y cientos de insectos) y las tuerce hasta que se deforman por completo y parecen vistas a través de un espejo.
Claire Legrand escribe con inteligencia porque asume que sus lectores son inteligentes. Hay guiños a lo largo de la historia y reflexiones que revelan lo justo y necesario. Su prosa recuerda a Roald Dahl y a Lemony Snicket, pero con muchos rincones llenos de pesadillas y oscuridades envolventes. La historia está plagada de descripciones sin límites ni formas, que crean un ambiente onírico y perturbador.
Victoria es una protagonista digna de esta historia y digna de cobrar vida propia y robar todas las historias que desee. Ella es una nena de doce años, perfecta hasta la punta de los rulos rubios, que se lleva el mundo por delante y lo exprime hasta que responde lo que ella quiere. Su resolución y su confianza ciega en que no hay nada que los buenos modales y un correcto comportamiento no puedan lograr son decididamente encantadores. El miedo no es parte de su vocabulario, porque, ¿qué puede temer una niña que hace todo bien y a quien todos respetan?
La desaparición de Lawrence le abre los ojos a Victoria a un mundo que siempre había estado presente pero que ella nunca había podido ver. El choque de realidades abre una grieta profunda en Victoria que le lleva gran parte de la historia poder conciliar. Porque, ¿cómo se entiende un mundo de magia oscura y pesadillas con una lógica tan adulta y pragmática? El personaje de Victoria, al final de la infancia y al borde de la adolescencia, y su desarrollo y crecimiento es sin duda uno de los grandes logros de este libro (¡y su relación con Lawrence!).
The Cavendish es una pesadilla fina, sutil, pero pesadilla al fin. Las imágenes perturbadoras y las manipulaciones psicológicas abundan en cada capítulo y hacen que los pelos se pongan de punta. No obstante, el miedo nunca sobreabunda ni está porque sí: la historia es el eje que mueve, y los personajes están tan bien anclados que la lectura nunca pierde de vista su objetivo. Es un libro ideal para niños inteligentes y con buen sentido del humor, y para los no tan niños que ansían una buena historia de miedo que, hacia el final, sonríe y tranquiliza (pero sólo un poco).
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