Ged era el mago más importante de Terramar, pero en su juventud era el temerario Sparrowhawk. En su sed de poder y conocimiento, manipuló y jugó con secretos ocultos durante mucho tiempo y liberó una sombra terrible sobre el mundo. Esta es la tumultuosa historia de sus pruebas, de cómo llegó a controlar las poderosas palabras de poder, de cómo domesticó un dragón milenario y, finalmente, de cómo cruzó el umbral de la muerte para recuperar el equilibrio del mundo.
Un clásico entre clásicos, este libro de Le Guin me venía resonando desde que había leído la Saga de los Confines, de Liliana Bodoc, ya hace unos cuantos años. Me comenzaron a llegar comentarios sobre este libro que lo ponían a la altura de las obras de Tolkien y entre lo mejor de la literatura fantástica. Finalmente, cedí y lo leí, y puedo decir que comprendo todo lo que me dijeron.
Un mago de Terramar presenta la mayoría de los tópicos clásicos de la literatura fantástica: magos, conjuros, dragones, fuerzas de la naturaleza, etc. En este sentido, el ávido lector de fantasía se encontrara con lo que busca y quedará satisfecho. Sin embargo, la forma en que Le Guin trabaja con estos elementos se separa del tratamiento clásico que suelen darle otros autores. En primer lugar me pareció fascinante el concepto de las palabras como fuentes de poder (estudio Letras, esto me resultó delicioso!) y la noción de que el mundo es un gran nudo de fuerzas que hay que saber desentrañar pero, también, mover de acuerdo a las necesidades reales del mundo y sus habitantes. La idea de equilibrio, del mundo en equilibrio, atraviesa la obra de principio a fin y dejar entrever una concepción de mundo muy particular y muy armoniosa.
Otro elemento fascinante es la forma en que Le Guin plantea el mal sobre la tierra. En este libro, a diferencia de los libros de Tolkien y los libros clásicos del género, el mal, el enemigo, es una fuerza que surge de uno mismo, como grave consecuencia - en el caso del protagonista - de su profundo deseo de alcanzar el poder. Ged, este joven con grandes capacidades y un poder que nunca se deja de exaltar, desata en el mundo una sombra que lo aterrorizará hasta el fin del libro. Esta lógica del equilibrio desata esta sombra a partir del gran poder y avaricia de Ged. Se desata así un proceso de crecimiento extenuante para el protagonista que, no obstante, refleja con veracidad las dificultades de crecer y de asumir y sanar las consecuencias de las propias decisiones.
Los elementos fantásticos, por ende, parecen ser solo una cobertura para la verdadera historia, el verdadero centro de este libro. Le Guin los incluye y construye Terramar de forma tal que parece un lugar real, que existe. Los personajes no se sorprenden o maravillan ante las manifestaciones fantásticas del mundo: hay un trazo muy realista dentro de este mundo fantástico. Así la atención queda derivada en el camino interno de Ged y su realización como mago adulto.
Una lectura amena, que, a medida que pasaban las páginas, evidenciaba que escondía mucho más de lo que se veía a simple vista, Un mago de Terramar es todo lo que me dijeron que era: un clásico indiscutido, un pilar en la literatura fantástica y un núcleo disparador de ideas, concepciones del mundo y más aventuras. Ahora entiendo su gran valor y entiendo también, de forma distinta, las novelas fantásticas posteriores a ésta y la forma en que fueron influenciadas.