11 feb 2021

LIJ de verano: Inquietud e inestabilidad

La tercera entrega del newsletter nos acercó a un tema que llevo investigando hace años: ¿qué sucede con esos libros, con esas historias que no buscan asustar pero que inquietan, incomodan? Los "libros perturbadores" son una categoría posible, cercana a la literatura de terror o de horror pero diferente, y en esta entrega nos dedicamos a hablar de ellos, de sus rasgos y de su presencia en la LIJ.

En este post, encontrarán la entrega completa. Y, por supuesto, si quieren suscribirse al newsletter, puede hacerlo por acá.


¿Qué pasa con los libros para chicos, chicas y adolescentes que no generan miedo pero incomodan, inquietan? Esos libros que no tienen un efecto terrorífico, es decir, que no asustan pero que sí descolocan, erizan la piel, y desestabilizan. ¿Pertenecen a los géneros del terror o del horror? No exactamente. En esta entrega vamos a hablar y pensar un poco sobre una nueva posibilidad: los “libros perturbadores”.

¿Libros perturbadores?

Quien nos puede ayudar a pensar más sobre esta idea es Fanuel Hanán Díaz, que dice que los “libros perturbadores” producen una sensación de inestabilidad en la mente del lector. A diferencia de los géneros del terror y del horror donde, de formas diferentes, se busca el efecto del miedo, existe la posibilidad de que estos “libros perturbadores” lo que busquen sea, justamente, el efecto de la perturbación, de la inquietud o incomodidad emocional. 

Hanán Díaz señala algunos modos en lo que esto puede suceder, como las indagaciones en los aspectos que para él conforman “la sombra colectiva” (el deseo de la muerte, el odio, el suicidio, el abandono, los miedos, etcétera) o la construcción de inestabilidad dentro de las historias (como la creación de mundo paralelos, la deconstrucción de las coordenadas del tiempo y espacio en la historia, o la revelación de alguna verdad secreta y oculta) y de finales abiertos que anulan las posibilidades de escape del protagonista.

Y esto no es todo: a esto se le suele sumar uno de los rasgos que propone Freud sobre "lo siniestro": la experiencia de que algo familiar y conocido reaparece o se revela de forma extrañada y ajena. Nada desestabiliza más que eso.

Inquietud, desconcierto y la pérdida de certezas y de confianza en lo familiar y conocido son algunas de las experiencias que pueden rastrearse en estos libros.

¿Cómo podemos encontrar esto en la LIJ, entonces? 


Los mundos de Neil Gaiman

Una primera parada en este camino inquietante son las historias de Neil Gaiman, en particular, Coraline y Los lobos en la pared (un libro-álbum ilustrado por Dave McKean, gran colaborador en la construcción de la inquietud). 

En ambas historias se nos presentan protagonistas niñas que descubren que en el interior de sus hogares hay algo extraño, ajeno: Coraline descubre un mundo paralelo, copia casi idéntica del suyo, pero carente de lógica racional, mientras que Lucy descubre que en el interior de las paredes de su casa viven lobos (sí, vivitos y coleando). De este modo, el hogar, espacio seguro y familiar, más para estas niñas, se revela de pronto como potencial peligro, como una invasión a lo conocido. Se rompe ese anclaje al hogar y las niñas tendrán que descifrar cómo lograr recuperar algo de esa experiencia de hogar que han perdido. Así, con la revelación del mundo paralelo en Coraline y de la vida latente y oculta de los lobos en Los lobos de la pared, se revela que la estructura de los escenarios en estas historias es inestable y eso desestabiliza la vida de los personajes.

Nadie más que ellas son conscientes de estos descubrimientos y la soledad es parte de los ingredientes incómodos: todo depende de ellas. 

En el mundo paralelo de Coraline, además, los nuevos personajes en vez de ojos tienen botones (y esto nos recuerda a Freud y a su lectura de “El hombre de arena”, de E.T.A. Hoffman: en esta historia donde una leyenda presenta a un hombre que arroja arena en los ojos de los niños que no quieren dormir, Freud encontró una pista para elaborar la idea de "lo siniestro": la inquietante extrañeza que genera el temor a perder los ojos y la experiencia de lo reprimido que sale a la luz). En las ilustraciones que hace Dave McKean para Los lobos de la pared, los personajes también tienen ojos opacos, inexpresivos. El acceso a estos personajes y sus emociones se vuelve imposible, ¿qué sienten? ¿Qué quieren? Nada es más incómodo que un personaje cuyos ojos nos imposibilitan verlo, conocerlo, y verlo vivo (otro de los elementos que detecta Freud: los muñecos y los autómatas, aquellos que parecen seres humanos vivos pero no lo son, son motivo de ominosa inquietud, siempre).

En ambas historias, la lectura no produce un miedo inmediato: no hay monstruos ni horrores que espanten, ni siquiera los lobos que rondan la casa de Lucy se presentan así por completo. Por el contrario, las historias construyen una picazón incómoda, una suerte de ansiedad por “lo que puede llegar a suceder pero aún no llega”, una inquietud por la soledad de las protagonistas y el vacío que queda en las experiencias de sus hogares.

La experiencia es incómoda y novedosa, distinta al miedo e incluso a la tensión del suspenso, y puede encontrarse también en algunos libros de la LIJ argentina.


Hormigas y persecuciones

Algo similar sucede en El hormiguero, de Sergio Aguirre, una novela que narra la historia de Omar, un niño que se va al campo a pasar sus vacaciones en la casa de su tía. Allí, pronto Omar comienza a sospechar de las hormigas que ve en la casa y teme por su tía. 

Parece, entonces, que la historia comienza en un plano más parecido al horror convencional: hay un posible monstruo, las hormigas. Pero, de a poco, la historia se va tornando inquietante, perturbadora: Omar comienza a experimentar el deseo de matar a las hormigas, una fuerte pulsión (un elemento propio de la "sombra colectiva": el anhelo de matar), y se siente observado, por ellas, por el gallo, por el perro de su tía.

Las hormigas se van transformando lentamente en una bestia sin forma, sin límite, que acecha y acosa: […] al ver de nuevo a la tía, el lunar ya no estaba. Los lunares no se mueven. ¿Y si eso no era un lunar? Recordó a las hormigas exploradoras. Las que andan solas, […] encargadas de buscar lo que pueda servir de alimento para el hormiguero y dar el aviso. Así lo vive Omar y esa persecución constante transforma el espacio del hogar y del bosque en un campo minado, porque de pronto ya ningún lugar es seguro, su tía corre riesgo y él es el único que puede ayudarla y matar a las hormigas.

La novela, con mucha sutileza, ofrece algunas pistas propias de los “libros perturbadores” que preparan el terreno para un final impactante, bien propio de “lo siniestro” freudiano, que no voy a spoilear (¡pero que invito a leer, porque vale la pena!), de revelación brutal de lo extraño y ajeno dentro de lo familiar y conocido.

Así, parece ser posible pensar en estos “libros perturbadores” como una categoría con características propias que, si bien está emparentada con los géneros de horror y terror, logra hallar un funcionamiento propio porque tiene su foco en la incertidumbre (y no en el miedo) como efecto de lectura. Y que, además, estos libros existen en la LIJ y también en la argentina.

El camino, entonces, queda abierto para seguir pensando sobre esto y buscando otras lecturas que se acerquen a esta posible categoría.

 

En esta edición mencioné:
  • Hanán Díaz, F. (2008). “Libros perturbadores para niños: una categoría a la sombra”. En Allori, Susana (dir.). Conferencia Seminario Internacional de Promoción de la Lectura Placer de Leer: Encuentros con la Literatura. Seminario llevado a cabo en Fundación C&A – CEDILIJ, Buenos Aires: Argentina.
  • Aguirre, Sergio (2018). El hormiguero. Buenos Aires: Norma.
Para seguir leyendo
 
Si queremos leer otra historia inquietante, que comparte alguno de estos rasgos, recomiendo otra novela de Sergio Aguirre: La señora Pinkerton ha desaparecido (Norma, 2018). Esta obra narra la historia de Edmund, que una tarde visita a su madre y se encuentra con que ella no deja de decir que su vecina es una bruja, que la ha hechizado y que teme desaparecer.
 

La señora Pinkerton dio unos pasos y se hundió en su sillón, como si de pronto se le hubieran agotado las fuerzas. Cerró los ojos, y volvió a abrirlos, antes de decir:
—Yo sé quién es. Y sé lo que hizo.
Entonces Edmund, por primera vez, vio el miedo en los ojos de su madre.


Parecería que el relato está ya anunciado, pero en el desarrollo de la trama nos encontraremos con otro relato, plegado, por debajo, sobre la inminencia de un desastre y, nuevamente, la preparación para un final impactante y muy inquietante (un rasgo muy característico de las historias de Aguirre –y de los relatos perturbadores).
 
Novedades
 
El conejo, la reina, la niña y los verdes imberbes, Silvina Rocha y O'Kif. Editorial Dinamita, 2020.
 
Esta novela narra la historia de un conejo astuto que debe salvar su vida, de una reina aburrida y caprichosa (como toda reina), que le ha robado el nombre a la niña. Y cuenta la historia de esta niña sin nombre, que quiere recuperarlo a toda costa, pero que es perseguida por los verdes imberbes, que siguen ciegamente las órdenes de la reina. 

Es una historia que se inspira en Alicia en el país de las maravillas y la homenajea: los personajes (que no son los mismos pero nos recuerdan a ellos), la enorme presencia de los juegos y también de los acertijos, la comunicación entorpecida entre los personajes y la falta de lógica son todos elementos presentes.

Pero, al mismo tiempo, es una novela que ofrece su propia historia, que conversa con Alicia en el país de las maravillas pero para proponer un nuevo camino: uno centrada en el egoísmo de la reina, que roba nombres, sonrisas y memorias, y la profunda necesidad de recordar, de recuperar el nombre, lo robado (y, en el medio, de sobrevivir, como bien muestra el conejo). Los lectores adultos encontrarán en esta historia (que termina con la letra de "Canción de Alicia en el país") una nueva mirada sobre la experiencia de la historia argentina, sobre el poder de la memoria y la necesidad de sobrevivir y vivir.

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