Magia sin ordenA Diana Wynne Jones las reglas nunca le gustaron demasiado:
Parece que hay algo en la raza humana que la hace desear Reglas. O quizás es una rareza del cerebro humano, que se asusta si se le permite demasiado ejercicio. De todas formas, pareciera que a las personas les da agorafobia si no están los límites apiñados sobre ellas. No saben dónde están a menos que puedan señalar la Regla referida a lo que están haciendo. Esta necesidad de reglas en el mundo de la literatura fantástica y maravillosa es paradójica, ¿verdad? Porque encierra la magia en una dimensión mesurable y aprehensible, lógica y predecible, que nosotros, humanos, podemos comprender, entender y manejar. Pero la magia, justamente, es todo lo contrario: un arte desconocido, oculto, que funciona generando resultados contrarios a los que indican las leyes naturales. Son esas ganas de controlarlo todo que tenemos los humanos que llega hasta los mundos de la literatura. Pero los libros de Diana Wynne Jones se animan y juegan con la posibilidad de una ausencia absoluta de reglas, con la presencia de una magia libre y salvaje. Podemos mirar esto en dos novelas suyas en particular: en Fire and Hemlock, su novela más famosa, y en la saga El castillo ambulante (que, repito, tiene una versión para cine del 2004, dirigida por Hayao Miyazaki), la magia se presenta desordenada, sin sistemas ni jerarquías, con límites flexibles sobre quién tiene y quién no tiene aptitudes mágicas. Se presenta una magia que existe como una dimensión más de la realidad, caprichosa y sin reglas que los personajes puedan descubrir. ¿Magia o realidad?En Fire and Hemlock se narra la historia de Polly, una joven que de pronto descubre que bajo sus memorias de la infancia existe oculto otro conjunto de recuerdos inusuales, sobre sus aventuras fantásticas con Tom, un hombre que tampoco recuerda que hubiese sido parte de su vida. Se revelan así varios niveles: las memorias normales de Polly, por debajo, las memorias sobre Tom y sus salidas con él y, más debajo aún, la concreción extraña e inexplicable de las historias que ellos inventaban juntos. Ya el punto de partida de la historia automáticamente abre preguntas: Polly, entonces, ¿es una bruja? ¿Sabe hacer magia? ¿Es una joven común que se cruzó con el mundo mágico, que sufrió una maldición? Pero no parece haber una respuesta clara. Lo mágico se filtra en las percepciones de Polly y, así, la línea que separa lo sobrenatural de lo ordinario se desdibuja no solo en lo que va sucediendo sino también en la propia percepción de la protagonista. Hay momentos en los que las historias que inventa Polly se hacen realidad pero luego reciben explicaciones racionales, hay otros en los que ella puede viajar a una ciudad idéntica a una que imaginó, ¿todo esto que ocurre es magia o sólo coincidencia?
La magia avanza, retrocede, se oculta y se vuelve a revelar en la vida de Polly a lo largo de toda esta historia pero ella en ningún momento cuestiona esa presencia o pide explicaciones racionales que le permitan comprender los eventos sobrenaturales que están ocurriendo en su vida. Con mucha astucia, Diana Wynne Jones dibuja magia que salta y esquiva cualquier atisbo de reglas, que es independiente y desconocida, como una fuerza viva que se entrelaza con los personajes. Palabras que dan vidaEsto vuelve a ocurrir en El castillo ambulante, el primer libro de la saga homónima. Acá, la historia ya comienza dentro de un universo regido por la magia, pero Jones igual encuentra la forma de ocultarnos su funcionamiento y de borrar nuevamente cualquier regla que pueda asomarse. Sophie, la joven protagonista, es víctima de una maldición que la hace verse como una anciana. Cuando el hechicero Howl trata de liberarla y no tiene éxito, le dice: “’Llegué a la conclusión de que te gusta estar disfrazada’. ‘¡Disfrazada!’, gritó Sophie. Howl se rió. ‘Debe ser, dado que te lo haces a ti misma’”.
¿Quién ejerce la magia, entonces? ¿La bruja que hizo la maldición o Sophie misma? Parece que preguntarse quién es capaz de controlar la magia y quién no dejan de ser preguntas útiles: la magia alcanza y funciona en todos. Así, Sophie empieza a usar de forma intuitiva la magia, que a veces funciona y a veces no, a través de sus palabras y de la posibilidad de darle vida a las cosas con ellas. La magia acompaña el crecimiento de Sophie y su vínculo con Howl pero en ningún momento se vuelve el centro ni algo que controle sus vidas. La magia está, es parte del mundo y de sus historias, pero no es un fin en sí mismo ni tampoco un elemento para aprender a usar o controlar. Está y a veces funciona y a veces no. La magia, entonces, en las novelas de Jones, se presenta como una entidad tan independiente como los personajes de sus historias, libre para existir, obrar y manifestarse (o no) en cualquier personaje y sobre cualquier forma de vida. Esto les regala mucha libertad a sus personajes porque no hay límites o reglas que pauten sus comportamientos o la forma en que deben actuar en un mundo lleno de magia. Así ellos se ven libres de desarrollarse y de obrar según sus intuiciones y creencias, sin camino mágico pautado previamente y sin circunstancias mágicas que los aten. Están acompañados por una magia que devela el camino a medida que ellos mismos lo transitan y que no cierra posibilidades; por el contrario, esta magia sin pautas colabora con el descubrimiento de los verdaderos rasgos de cada uno de los personajes, como bien se puede observar en Polly y Sophie, quienes llegan al final de sus historias con otra seguridad y un nuevo conocimiento de ellas mismas.
En las novelas de Jones, la magia es misteriosa, está oculta y es imposible de preverse o calcularse; es tan aleatoria, finalmente, como el comportamiento y las emociones de Polly, Tom, Sophie y Howl. |
No hay comentarios:
Publicar un comentario