Cada vez que le dicen “nos mudamos” Petra ya sabe lo que se viene… Esta vez debe dejar el único lugar del que se siente parte para irse a la Capital, al cuarto año de un colegio donde todo empieza mal. Pero en medio de la furia del ambiente aparece Alejo, el de quinto, que necesita hablarle afuera, lejos del colegio. Para proponerle un pacto ultrasecreto que no pueda olvidarse nunca.
El pacto es una novela con una propuesta muy particular: dos chicos, Alejo y Petra, dos voces y dos miradas que se plasman por separado. Cada uno con su lado de la historia, con lo que vio y entendió. Y todo narrado a través de cartas, reescrituras de cartas, mails...
Ahí reside la magia. La historia se desenvuelve a partir de narraciones, de discursos individuales, y nunca se puede acceder a ella de forma directa. El lector recibe una construcción con una impronta bien marcada.
Está Petra, con su nombre de ciudad perdida y su cerrazón. Su escritura es prolija y cuadrada, calculada. Y después está Alejo, que escribe mails como si fuera un poeta: juega con las palabras, las estira, las recorta, la hace rimar. Su escritura se mueve a la par de lo que piensa y entonces divaga, entrelaza ideas. La contraposición entre un estilo de escritura y el otro es muy marcada, y juega con la definición de los personajes a partir de la forma en que escriben y a través de lo que dicen sobre ellos mismos y el otro.
Es una novela muy amena (y fácil de leer, porque lo que se lee es como lo que escribe un amigo, sin demasiado orden, sin demasiada complejidad), que presenta el enlace entre el desarrollo de la trama y la presentación a través de la codificación y la escritura con mucha astucia.