Este año nos regaló desafíos a todos: más grandes, más complejos, más dolorosos. En medio de tantas otras cosas, a mí me trajo uno muy complejo: la dificultad para leer. Imagino que habrá sido el encierro, el estar, constantemente, conmigo misma, que hizo difícil leer. Cuando los tiempos del afuera dejan de existir y todo es estar adentro, no es sencillo replegarse aún más para leer. ¿A alguien más le habrá sucedido esto? No pude dejar de preguntármelo todo el año.
No obstante, como con todo, se hizo lo que se pudo. Leí, menos, pero leí. De los 65 libros que anualmente me propongo como objetivo, llegué a los 53 (con el 54 en camino). No es un mal número, pero nunca es sencillo observar la meta no alcanzada. Pero en todas esas lecturas, como siempre, hubo hallazgos que valieron la pena e hicieron que, de a ratos, me olvidara del año y sus sucesos.
Por eso, sin orden particular, estas son las mejores lecturas del año, más que recomendadas para regalar y regalarse, para leer en el verano y encarar con otro espíritu el futuro año:
1. Como una novela, de Daniel Pennac No sabía qué esperar de este libro tan conocido, tan mencionado y recomendado, porque a veces las expectativas son crueles y arruinan lecturas antes de que empiecen. Pero Pennac no se dejó aplastar por esas expectativas: su escritura brutalmente clara en esta serie de textos me volvió a poner de frente a mi vínculo con la literatura y a mi experiencia como profesora en cómo acerco lecturas a mis alumnos. Sagaz y filoso, Daniel Pennac se pregunta por qué leemos y recomendamos leer y en qué momento eso se nos va de las manos y matamos la pasión. Además, este libro me regaló una de las frases más bellas: “El tiempo para leer, al igual que el tiempo para amar, dilata el tiempo de vivir”. Delicioso.