Invierno en Mar del Plata, pero hay sol, hay gente, hay literatura. Este 28 y 29 de junio fueron las XIX Jornadas La Literatura y La Escuela organizadas por Jitanjáfora (¡ya diecinueve!) y, por suerte, pude sumarme, ser parte y disfrutar de charlas y diálogos con autores, ilustradores, mediadores.
El viernes 28 todo comenzó con un encuentro magistral entre Mila Cañón (Jitanjáfora), Patricia Bustamante (UNSA) y Fabiola Etchemaite (UNCo), quienes conversaron sobre el rol de los mediadores y su formación lectora. Por supuesto, entre experiencias y opiniones, las tres coincidieron en que la pasión por la lectura y la transmisión de esa pasión es el corazón de la mediación. Si el docente mediador acerca la lectura como el deber que siempre está pero para el cual nunca hay tiempo, eso mismo es lo que aprenderán los alumnos. Pasión y disfrute por la lectura (¡y mucha lectura!).
La noche la cerró Pablo Bernasconi con la presentación de su nuevo libro, El infinito, de Sudamericana. Si se mira en detalle, no fue tanto una presentación del libro sino de la idea del infinito: Pablo se dedicó a desarrollar el origen de la idea del infinito y las diversas teorías que fueron ampliando el concepto, cuestionándolo, pensándolo. Nos habló del uróboros, de la espiral de Fibonacci, de las teorías de Einstein y de Everett, de los fractales, de las opiniones de Edgar Allan Poe, en fin, un recorrido maravilloso que deja con ganas de sentarse a pensar y charlar más sobre el infinito. Y recién, después, nos mostró algunas de sus ilustraciones, de qué era para él el infinito, y cómo había surgido la idea del libro: responderse a sí mismo, cuando era chico, y por primera vez en la escuela había aparecido la idea de infinito. Una suerte de respuesta para esa angustia existencial infantil.
Pablo y una de las ilustraciones de El infinito acompañada por una frase de Hamlet. |
El sábado 29 se nos escapó a toda velocidad entre charlas, exposiciones, firmas de autores y diálogos.
En la primera ronda de exposiciones, tuve la oportunidad de presentar un trabajo de investigación sobre la presencia de lo perturbador y "lo siniestro" en dos novelas de Sergio Aguirre, acompañada por otros especialistas que presentaron trabajos con propuestas similares en relación a las transgresiones en la LIJ. Un gustazo y una experiencia muy cálida.
Hubo feria de libros, como siempre, que es un rincón anhelado de las jornadas. Mesas y mesas de libros y la posibilidad de conseguir las historias de los autores que andaban de visita. Así, después, vino la oportunidad de que los autores e ilustradores firmaran sus obras: María Wernicke y Pablo Bernasconi se pasaron horas recibiendo a los lectores, ilustrando, firmando y conversando.
Los talleres fueron otro momento importante en las jornadas: dos propuestas, por la mañana y la tarde, de diversos talleres de creación, lectura y exploración. Tuve la posibilidad de participar de un taller poético, donde nos invitaron a leer poemas y nos acercaron libros para lanzarnos a la divertida tarea de pensar nuevas versiones posibles de esos poemas.
Y hubo más: la tarde se llenó de diálogos con autores porque, además de una conversación entre María Wenicke y Pablo Bernasconi, se sumaron Sergio Aguirre, Ana María Shua y Florencia Gattari.
En la charla entre Sergio Aguirre y Ana María Shua surgieron diferentes temas en relación a sus historias y su escritura. Ana María explicó que para ella gran parte de la esencia de sus microrrelatos es el juego con los límites y su transgresión (romper con la lógica, poner todo patas para arriba) y Sergio dijo que busca que en sus novelas aparezca lo inesperado.
Frente a la pregunta por sus procesos de escritura, Ana María Shua dijo que siempre decide el género antes de empezar y si va a ser para un público infantil o adulto. En su opinión, uno siempre escribe ese libro que le gustaría leer si hoy fuese chico. Además, contó que escribe en una habitación de su casa, con agua caliente, café instantáneo y leche al lado, para que unos cortaditos la acompañen todo el tiempo. Sergio, por su parte, contó que para escribir su primera novela juvenil, La venganza de la vaca, partió de la premisa de que la esencia de las novelas juveniles era presentar "personajes jóvenes, nada de sexo y un mensaje". Después, se fue acomodando y se animó a experimentar.
Además, reveló que hacia el final de la escritura de El misterio de Crantock se trabó y sólo logró volver a avanzar cuando una amiga se ofreció a que él le dictara la historia para que ella la tipeara. Dice que eso funcionó tan bien y que lo disfrutaron tanto que ahora se volvió un trabajo en conjunto. "La escritura solitaria se transformó en un trabajo con una interlocutora", explicó.
Ambos autores conversan con el público. |
Luego, Florencia Gattari compartió y conversó con los asistentes sobre sus historias y su propio proceso de escritura. Todo comenzó con una bellísima narración de Mariela Kogan inspirada en Historia de un pulóver azul, de Florencia, ilustrado por Marina Zanollo y publicado por Edelvives. Luego, la mesa se transformó en un diálogo entre la autora y los presentes.
Florencia nos contó que escribir, para ella, es una actividad de escucha, como el baile, que pide escuchar la música y el cuerpo del que baila con uno, o su trabajo como psicóloga, que pide escuchar al otro. Esas tres actividades le activan un mismo centro en el cuerpo.
Escribir, entonces, es escuchar, es un ejercicio de disponibilidad para lo que haga vibrar el cuerpo.
Conversamos y debatimos también sobre los libros políticamente correctos y la presencia de valores o enseñanzas demasiado obvias, y Florencia dijo: "Si el criterio de escritura fuera el de la corrección política no tendríamos a muchos de los grandes escritores, como Roald Dahl".
Nos hizo algunos comentarios sobre sus escritos en Facebook (pequeñas narraciones, aguasfuertes, de la vida cotidiana que no pueden perderse) y nos explicó que para ella esa es la forma más orgánica de escribir. Como hay libertad en el formato, la escritura fluye de otro modo.
Por último, habló un poco sobre Historia de un pulóver azul y nos dijo que a veces, como con ese libro, uno escribe para sobrevivir, porque lo que uno tiene adentro no es una certeza sino un lío, y nos leyó enterito Vestido nuevo, ilustrado por Sabina Schürmann y editado por Pípala (Adriana Hidalgo).
En diálogo con Florencia Gattari. |
Experiencias lectoras compartidas, ideas sobre la lectura y la escritura, mucha poesía (como siempre) y la invaluable posibilidad de compartir charlas y encuentros con autores e ilustradores. Una vez más, las jornadas de Jitanjáfora fueron cálidas y enriquecedoras. Sólo queda imaginar qué podrá suceder el año próximo, que se vienen las números veinte. Hasta tanto, esperamos las actas, nos encontramos en las redes y en Catalejos. Revista sobre lectura, formación de lectores y literatura para niños.
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