Ser padres y madres, para quienes aún no lo somos, se presenta siempre como una idea intimidante y lejana a nuestras posibilidades. Es que tener un hijo pareciera suponer una serie de conocimientos que parecen secretos e inalcanzables: hay que saber cuidar a otra persona, alimentarla, saciar sus necesidades afectivas y emocionales, entretenerlo (pero del modo correcto), cuidar su salud (comida sana, ¿ejercicio?, desarrollo emocional, y más y más).
Todo suena imposible. Y lo peor es que a veces las únicas imágenes de maternidad y paternidad que llegan hasta nosotros (además de las de los propios padres, claro, pero que siempre se ven desde lejos) salían, al menos hasta hace unos años, de películas excesivamente optimistas.
Es decir, la maternidad y la paternidad parecen desafíos titánicos que demandan una perfección de la que nadie es capaz.
Por eso, dos lecturas pueden ayudar a aflojar, a encontrarnos con las verdaderas maternidades y paternidades, las de carne y hueso, humanas y limitadas.