El viernes y sábado pasado tuve la enorme oportunidad de participar de las XVIII Jornadas La literatura y la escuela, organizadas por la Asociación Civil Jitanjáfora en Mar del Plata.
En esta ocasión, el punto de encuentro fue la poesía y fue así como comenzaron las jornadas, llenas de poesía.
"Para escribir poesía hay que vivir poéticamente", dijo Juan Lima en la mesa de apertura de las jornadas. Junto a él, Laura Escudero e Iris Rivera asentían con entusiasmo.
Esta primera charla entre ellos tres abrió puertas a la poesía y a todas las preguntas que trae (ninguna con respuesta clara, pragmática, racional, por suerte). Laura contó que a ella le sale escribir "con el oído", escuchando cómo suena la historia, y que así la escribe. Hasta nos detalló cómo cuando Encuentro con Flo ganó el premio SM, la editora la llamó para preguntarle por qué la novela estaba escrita de modo entrecortado ("escandido", dijo Laura, si mal no recuerdo). Y la respuesta de ella fue que así había escuchado la historia y, entonces, así la había escrito.
Iris aprovechó para cantar. Sí, para cantar. Así nos presentó una de los primeros versos en rima que la habían convocado y otro que le gustaba mucho a su nieto.
De izq. a der.: Laura Escudero, María José Troglia (coord.), Iris Rivera, Elena Stapchi (coord.) y Juan Lima. |
El día siguiente estuvo marcado por los talleres que ofrecían los profesionales y las mesas de ponencias. Tuve la gran oportunidad de presentar en una de ellas un trabajo teórico de análisis de dos novelas, que surgió de la tesis que estoy escribiendo para el Máster. Además, incluso me ofrecieron participar también como comentarista. Compartir la mesa con otros profesionales, escuchar sus experiencias de trabajo en clase, de inquietudes teóricas y de anhelo por contagiar la pasión por la lectura y escritura a los más jóvenes fue un placer. Lo mismo encontré en las otras mesas en las que participé y en las conferencistas y sus trabajos. Esfuerzo, dedicación, literatura.
Los dos días estuvieron marcados por un clima muy familiar y entusiasta, acompañados, desde el principio, por un homenaje sencillo y sincero a Liliana Bodoc, que habló de cuánto la extrañamos.
Se percibía el aroma casero de las jornadas, hechas de modo artesanal, cuidado, pensado, y fue una maravilla descubrir que muchos veníamos de un poco más lejos (o de muy lejos) para nuclearnos alrededor de este encuentro. Como si fuese la cena navideña que junta anualmente a la familia.
Me quedo con unas ganas enormes de regresar, de volver a colaborar, de participar, escuchar, saludar gente y volver a pasarnos libros entre nosotros. Con ganas de conocer más autores y especialistas (¡qué invitados!), de poder conversar con ellos, compartir experiencias, amor por la literatura.
Porque es eso lo que en el fondo movió todas las jornadas, un profundo amor por la literatura, en todas sus formas, colores y versos.
Nos volveremos a ver, Jitanjáfora.